miércoles, abril 28, 2010

La

Autor: Homero, poeta épico; según se cree, vivio hacia el siglo IX a.C.
Otra obra: Odisea.
Género y corriente: Epopeya heroica, narración poética versificada, de considerable extensión, cuyo asunto se refiere a una acción grandiosa y extraordinaria, en la cual interviene lo maravilloso.
Estructura: Está dividida en 24 rapsodias, que corresponden al número de letras del alfabeto helénico.
Sinopsis: No se conoce la fecha exacta en que fue compuesta, aunque por lo general se ubica a fines del siglo IX a.C. (pues se desconocen datos concretos sobre la existencia de Homero).
A pesar de lo que sugiere su nombre, la Ilíada, no contiene el relato total de la guerra de Troya (llamada antiguamente Ilión), el tema es la cólera de Aquiles. La guerra de Troya, por lo tanto, constituye sólo el marco, el escenario, en el cual se desarrollan los episodios que dan origen a la epopeya. En esta conjunción del tema mencionado con los lineamientos generales de la acción, radica la unidad de la obra.
El desarrollo esbozado de la acción es el siguiente: Se ha declarado la peste en el campamento aqueo. El adivino Calcas explica que Apolo castiga asía los griegos porque Agamenón ha ultrajado a Crises, sacerdote de aquel dios, al haberse apoderado de su hija Criseida como botín de guerra, negándose luego a devolverla. A instancias de Aquiles, Agamenón ordena que Criseida sea restituida a su padre, pero en compensación exige que le entreguen a la joven Briseida, la cautiva perteneciente a Aquiles. Iracundo por semejante atentado contra su honor, el pelida se niega a seguir combatiendo y, muy dolido en su amor propio, invoca la ayuda de su madre, la diosa Tetis. Ella obtiene de Zeus que el agravio causado a su hijo tenga como castigo la derrota de los aqueos (rapsodia I).
Entre los guerreros troyanos se encuentran el heroico Héctor, hijo de Príamo, rey de Troya, y Paris, otro de los hijos del soberano, quien vive con Helena, ex esposa de Menelao —hermano de Agamenón—, el cual ahora se halla entre las filas aqueas. Paris se bate con Menelao en el campo de batalla, en un duelo singular. Además del triunfo de la guerra, también está en juego la posesión de Helena y sus riquezas. Ella será del ganador; así se ha estipulado en el pacto celebrado entre Príamo y sus enemigos.
Menelao domina de manera manifiesta a Paris, pero de pronto éste es sacado del combate por la diosa Afrodita y llevado junto a Helena. Agamenón declara que Menelao es el triunfador y exige a Troya la devolución de la reina (rapsodia III).
Como el pacto ha sido violado por obra de Pándaro —quien hiere traidoramente a Menelao—, Agamenón se prepara para el ya inevitable combate. Los primeros incidentes bélicos cubren de cadáveres el campo. Los dioses a su vez, tomando partido por uno u otro bando, también intervienen en la lucha (rapsodias IV y V).
Héctor vuelve por unas horas a la ciudad, donde su madre y las damas troyanas imploran los favores de la diosa Atenea. En la muralla encuentra a Andrómaca, su mujer, llevando en brazos al pequeño Astianacte, hijo de ambos. Hay entre los esposos una despedida conmovedora: él presiente que morirá, y ella le llora como si ya estuviera muerto. Al final, Héctor y Paris vuelven al combate (rapsodia VI).
A consecuencia de la decisión de Aquiles de no participar en la lucha, la guerra toma mal rumbo para los aqueos; Agamenón resuelve reconciliarse con Aquiles y hacer que éste retorne al combate contra los troyanos, para lo cual le envía una embajada con ese propósito, ofreciéndole valiosos presentes y hasta la devolución de Briseida. Pero Aquiles se niega rotundamente a deponer su cólera y orgullo y la embajada regresa despechada (rapsodia IX).
Agamenón, mientras tanto, es herido y se retira del campo de batalla. Otros importantes guerreros aqueos también son lesionados y deben abandonar la lucha. La guerra está ya en su apogeo (rapsodia XI).
Aquiles, entonces, autoriza a su amigo Patroclo para retornar al combate con algunos de sus hombres, e inclusive usar su armadura para atemorizar a los troyanos, quienes supondrán que es el propio hijo o de Tetis quien regresa a la lucha. Al principio, Patroclo logra limpiar el campo de enemigos, pero luego se interna demasia¬do entre ellos, lo hieren, y Héctor consigue darle muerte (rapsodia XVI).
Los aqueos recobran el cadáver de Patroclo, mas Héctor lo ha despojado antes de las armas de Aquiles, las cuales el propio Héctor viste ahora para proseguir el combate.
Aquiles, al enterarse de la muerte de Patroclo, decide regresar a la contienda para vengar la muerte de su amigo. Se reconcilia con Agamenón, y Briseida vuelve a la tienda de su primer dueño.
Ya tenemos al terrible Aquiles de nuevo en el campo de batalla; a su paso extermina huestes enteras de troyanos y a guerreros eminen¬tes. Hombres, dioses y hasta los propios elementos de la naturaleza intervienen en la pelea (rapsodia XX).

Todos los troyanos, excepto Héctor, han huido de Aquiles; al final ambos se enfrentan. Luego de dramáticas vicisitudes, Héctor cae a manos del enfurecido Aquiles y éste le atraviesa el cuello con su lanza; después se ensaña con el cadáver: lo ata a su carro de guerra y lo arrastra por todo el campo de batalla: "así, la cabeza de Héctor se manchaba de polvo" (rapsodia XXII).
Suceden luego los funerales de Patroclo (rapsodia XXIII); Aquiles sigue ultrajando el cadáver de Héctor, arrastrándolo en su carro tres veces en torno a la pira funeraria de su amigo entrañable. El rey Príamo, sufriente y lloroso, afronta los riesgos y se atreve a ir hasta la tienda de Aquiles, a quien ruega la devolución de los restos de Héctor.
El hijo de Tetis, Aquiles, lo recibe honrosamente y accede de inmedia¬to a su pedido; además, decreta unos días de tregua para dar tiempo a las honras fúnebres que los troyanos tributen a Héctor. El poema termina con las exequias del troyano y las lamentaciones de Andrómaca, Hécuba —la madre del héroe— y Helena.
Como puede observarse, si bien la Ilíada es la gran epopeya guerrera, la narración de los combates no constituye lo fundamental del poema. Más allá de los sucesos bélicos, la epopeya nos ofrece una visión profunda del alma humana, una pintura vigorosa y palpitante de intensas pasiones: el odio, el orgullo, el honor, la cólera, el amor, la amistad, la sed de venganza, el valor y la piedad.
Junto a la exaltación del heroísmo, el poema expresa la más enérgica condena a la guerra, a la cual califica de funesta, detestable, devoradora de hombres y causante de dolor y lágrimas.
Por otra parte, contrastando con la cruda violencia de los combates o de las disputas entre los héroes y dioses, encontrarnos escenas de delicada ternura, emocionante dramatismo y amor a la vida como valores sustanciales del poema.

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