sábado, agosto 26, 2006

El llano en llamas

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El llano en llamas

Juan Rulfo

ARGUMENTO

Serie de diecisiete cuentos en los que Juan Rulfo trata entre otros asuntos, el problema de la tierra. La tierra infértil como la del relato de Luvina y Nos han dado la tierra, en dónde los personajes caminan por la tierra que les han dado haciendo referencia a ella como un comal acalorado en donde si siembran, no crecerá nada, ni zopilotes. Dicho cuento tiene como referencia el código histórico político y concretamente hace alusión a la reforma agraria y a la repartición de la tierra incrementada durante el sexenio de Cárdenas. Macario, primer cuento con el que arranca el libro, es un joven que por órdenes de su madrina se dedica a matar ranas al salir de las alcantarillas, ya que ella lleva días sin poder dormir a causa del escándalo.

Es que somos muy pobres trata la historia de una familia muy humilde por la que pasan todas las desgracias y el temor de los padres de que Tacha, su hija más chica, se convierta en una prostituta como sus hermanas mayores, que decidieron tomar ese camino a causa de la pobreza y mala suerte que las perseguía.

Narrados la mayoría de ellos en primera y tercera persona, Rulfo recrea un ambiente a lo largo de los cuentos con seres que viven en un estado de magia. El presente para ellos es trágico y la nostalgia del pasado y el recuerdo es una constante. El autor logró retratar la problemática del campo y la provincia jaliscienses a través de un realismo mágico que autores como Jorge Luis Borges y García Márquez le reconocen ampliamente.

RESUMEN X CUENTOS

Macario es un joven que al que su madrina, la señora que lo alberga en su casa, obliga a exterminar cuanta rana salga de la alcantarilla, ya que ella no puede dormir por el griterío que hacen estos animales. Por esta razón su madrina le ha dado un palo a Macario para no permitir que las ranas canten, con la consigna de que si no lo cumple, lo dejará sin comer, y lo maldecirá para que se pudra en el infierno. Y mientras, Macario espera pacientemente a que salgan las ranas para cumplir con su misión, nos cuenta su historia, nos habla del paso del tiempo donde vive, de sus deseos, anhelos, desesperanzas y angustias. De su amor por Felipa y del sabor a flores del obelisco que tiene la leche que bebe de ella. Nos han dado la tierra, habla del problema agrario, la tierra dada a los campesinos es un llano desierto en dónde no se da nada y la lluvia consiste en apenas unas escasas gotas. Llegan al pueblo que está del otro lado y que representa la vida como contraparte a la tierra que les han dado, ya que representa la muerte por su infertilidad. La cuesta de las comadres. Los Torricos son dueños del pueblo del que todo el mundo empieza a emigrar. Un día aparece muerto Odilón Torrico y sus hermanos investigan quién lo mató. Los asesinos, al parecer, son los Alcaraces con quien el narrador recuerda haber presenciado una fuerte riña. Es que somos muy pobres trata la historia de una familia muy humilde por la que pasan todas las desgracias y la que más acapara la atención es que la vaca de Tacha, que le regalara su padre al cumplir los doce años, se la ha llevado el río. Esta vaca representa para los padres de la niña, el mejor camino para evitar que Tacha, imitando a sus dos hermanas mayores, se convirtiera en prostituta: "La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención".Un hombre huye de las autoridades y se interna en las montañas por haber dado muerte a la familia Urquidi constituye la historia de El hombre. Un borreguero lo encuentra y sin saber la historia verdadera de aquel hombre, le ofrece de comer y platica con él.San Gabriel es el pueblo en donde se desarrolla el cuento de En la madrugada, y fue a esa hora cuando Esteban mata a su patrón Don Justo cuando éste llega a detenerlo de la golpiza que Esteban le está dando a un becerro que mama de una vaca. Esteban es encarcelado y alega no recordar haber dado muerte a Don Justo. Talpa alberga a la milagrosa virgen del Rosario y Tanilo Santos desea ir a curarse de la llagas que atormentan su cuerpo. Natalia, su mujer, y el hermano de Tanilo planean llevarlo con el fin de que Tanilo muera en el camino a causa de su enfermedad y la fatiga del camino. Este cuento narra los contratiempos y experiencias de los peregrinos y de ellos mismos como tales. Llegan a Talpa y finalmente muere Tanilo Santos. Natalia, arrepentida, llora en los brazos de su madre. El llano en llamas es el cuento que le da nombre al libro, aquí la lucha armada revolucionaria se hace presente entre los federales que son la gente de Petronilo Flores y el movimiento rebelde con Pedro Zamora a la cabeza. Esta historia es narrada por el Pichón, uno de los hombres de Zamora que termina en la cárcel, pero no por haber participado con los rebeldes, ya que de eso las autoridades no se enteran, sino por su afición a robar mujeres.Juvencio Nava es el narrador y personaje principal de ¡Diles que no me maten!, quien pide a Justino que por caridad vaya a pedirles que lo perdonen. El viejo asunto de la muerte de Don Lupe, a quien Juvencio mató por venganza, pues Don Lupe había matado a su vez a un novillo de Juvencio que entró a tomar agua a las tierras de Don Lupe. Don Lupe ya había amenazado de muerte a Juvencio, por lo que años más tarde, uno de los hijos de Don Lupe, ahora coronel, pidió que fusilaran a Juvencio: "No merezco morir así, coronel. Déjame que, al menos, el Señor me perdone. ¡No me mates! ¡Diles que no me maten!". Luvina es tal vez el cuento más poético de esta serie, por su magnífica descripción de un pueblo casi fantasmal, deshabitado y seco: "Todo el lomerío pelón, sin un árbol, sin una cosa verde donde descansar los ojos… aquellos cerros apagados como si estuvieran muertos y a Luvina en el más alto, coronándolo con su blanco caserío como si fuera una corona de muerto". Luvina nos recuerda así, el ambiente de Cómala descrito en Pedro Páramo. Un profesor que se va del pueblo le cuenta a otro, el cual lo va a sustituir, la vida en Luvina, se lo cuenta bebiendo hasta caerse de borracho.La noche que lo dejaron solo cuenta como en el marco de la revolución cristera, Feliciano Ruelas camina en la madrugada huyendo junto con sus dos compañeros, a los que matan en una emboscada. Feliciano logra cruzar el río y escaparse.A manera de recordatorio se cuenta la historia de Urbano Gómez en Acuérdate. Urbano Gómez, hijo de Don Urbano y nieto de Dimas, fue expulsado de la escuela por encontrarse jugando al marido y mujer con su prima detrás de los lavaderos de la escuela. Don Fidencio, padre de la muchacha y tío de Urbano, le da una paliza que por poco lo mata, lo que provoca que Urbano se vaya del pueblo de puro coraje. Regresa tiempo después convertido en policía y odiando al pueblo que lo expulsó. Mata a su cuñado Nachito y muere ahorcado en un árbol que él mismo escogió.Ignacio, agonizante, es llevado a cuestas por su padre para salvarlo en No oyes ladrar los perros, frase que significa la vida, la población y en casos como éste la salvación están cerca, aunque su llegada a Tonaya sea demasiado tarde para ellos. Paso del norte, trata la historia de un muchacho que va a hablar con su padre para pedirle se haga cargo de su familia, ya que el irá en busca de mejores oportunidades al país del norte. El papá, de mala gana, acepta argumentando que él no tiene ninguna responsabilidad con ellos porque ya bastante hizo con el muchacho y su hermana que en paz descanse. El muchacho regresa contándole a su padre que no pudo cruzar porque mataron a su amigo y él logró huir de regreso. Al preguntar por su familia el padre del muchacho le cuenta a éste que su mujer se fue con otro hombre y entonces él decide ir a buscarla.Un grupo de mujeres provenientes de Amula va en busca de Lucas Lucatero para tratar de convencerlo de ir con ellas al pueblo a testimoniar a favor Anacleto Morones, a quien creían un santo e intentan canonizar. Lucas Lucatero trabajó con él y además se casó con su hija. Lucas Lucatero, después de mucho rodeo, confiesa a las mujeres que el niño Anacleto, a quienes todos creían un santo, era un impostor y cómo él mismo presenció el día en que el pueblo, confundido por un malentendido, empezó a venerarlo. Sin ni siquiera sospechar que el cuerpo de Anacleto Morones está enterrado en casa de Lucas, Pancha ayuda a Anacleto a acomodar las piedras encima de donde está enterrado el "santo cadáver". El día del derrumbe, es una de las historias más divertidas, la cual nos cuenta el día en que el presidente visitó el pueblo de Tuxcacuexco recientemente afectado por un temblor. La reunión para planear estrategias de apoyo a los afectados acabó en borrachera y balazos. Así, el presidente se retiró dando la orden de encargarse del borracho que inició el tiroteo y quedó dormido a causa de un botellazo.

En el Corazón de María se desarrolla el cuento La herencia de Matilde Arcángel. En dicho pueblo habitaban padre e hijo. Euremio Cedillo grande y chico. Por todos era sabido el odio de Euremio padre a su hijo, por considerarlo el asesino de Matilde, madre del muchacho, ya que el día del bautizo del recién nacido, Matilde se cayó del caballo y por proteger al bebé que llevaba en brazos, murió. Desde ese momento el padre se encarga de destruir psicológicamente a su hijo, a quien juzga como el asesino de Matilde. La historia es contada por el padrino del niño, quien fue el prometido de Matilde antes de que ella conociera y se casara con Euremio Cedillo. Describe la imagen casi celestial de Matilde y cómo se ofreció a bautizar al niño sólo por estar cerca de ella. Euremio chico, toca la flauta, misma que interpreta al final del relato con la mano izquierda y con la derecha sostiene, el cuerpo de su padre muerto.

PERSONAJES PRINCIPALES

Los personajes principales de cada cuento son los narradores, y muchas veces son los mismos personajes los que dan título a los relatos.

El laberinto de la Soledad

El laberinto de la Soledad

Octavio Paz

Ensayo

Introducción

No son pocos los escritores, es decir: novelistas, cuentistas, periodistas, poetas, guionistas, dramaturgos y todo aquel que se gana la vida con la palabra, quienes opinan que la obra de Octavio Paz, fue la mayor aportación de las letras mexicanas del siglo pasado. Su obra extensa; nunca carente de interés, a menudo sorprende por su claridad narrativa. Cultivó la poesía y el ensayo, pero, como una novela bien estructurada, su obra nos platica algo. Nos lleva de la mano por el camino de la reflexión y la pregunta, del amor y la duda, de la vida y la muerte. Es precisamente, el carácter analítico de su obra, el factor fascinante de su prosa. “El Laberinto de la Soledad”, es un estudio del mexicano, no del criollo ni el mestizo, no del indígena, ni el descendiente de padres o abuelos extranjeros, no del chilango o el jalisquillo, tampoco del jarocho ni del norteño: sino de todos ellos y muchos más. Su vigencia es impactante.

Contiene ocho capítulos y un apéndice en los cuales recorre la historia de México. Sus momentos simbólicos y dramáticos. Su lectura es un deleite.

Capítulo uno.

El Pachuco y otros extremos.

Es curioso como inicia Paz su ensayo: habla sobre el adolescente y su asombroso descubrimiento de sí mismo, que lo lleva por conclusión, a una consciente soledad en el mundo. ¿Qué somos y cómo realizaremos eso que somos? La adolescencia, ese preciso momento en que tomamos conciencia de nuestro ser, es comparado por el autor con los pueblos “en trance de crecimiento”. El México pos revolucionario, dejó un país en etapa reflexiva que necesariamente lo llevó a la autocontemplación. Fue entonces, cuando afloraron distintos niveles históricos que convivían, o se enfrentaban, en un mismo presente. México, estaba hecho de distintas razas, además de las diferentes lenguas, que ya de por sí marcaban una brecha por entender.

Fue en la ciudad de Los Ángeles donde Octavio Paz comenzó su análisis, comparando precisamente al gringo promedio, con más de un millón de mexicanos que ahí radicaban.

Mexicanos que no se mezclan y que se autonombran Pachucos. Es decir, “Bandas de jóvenes generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del sur, que se singularizan por su vestimenta conducta y lenguaje”. Personas que no quieren volver a su origen mexicano, pero que tampoco quieren pertenecer al sistema americano. El Pachuco, según Octavio Paz, “Es uno de los extremos a los que puede llegar el mexicano”. Siempre marginal, al Pachuco le gusta irritar a la sociedad, entonces, y sólo entonces, el Pachuco encuentra su lugar en el mundo y por lo tanto, su razón de ser. Se siente libre de romper las reglas, de conocer lo prohibido, en pocas palabras, de desafiar al sistema.

Entonces el Pachuco se sabe distinto y por ello, se sabe solo.

Paz niega el supuesto complejo de inferioridad que caracteriza al mexicano. “Sentirse solo no es sentirse inferior sino distinto”, de hecho, la soledad no es una ilusión, es la vida contemplada con los ojos abiertos. La soledad del mexicano, tiene sus raíces en su profundo sentido religioso, y en la muerte, la compañera perfecta de la vida. Sólo en México se rinde culto a la muerte pues se sabe dadora de vida.

La historia de México es la búsqueda de su origen: indigenista, hispanista, afrancesado; México, quiere “volver al centro de la vida de dónde un día, en la conquista o en la independencia, fue desprendido”.

Máscaras mexicanas.

Varias son las facetas del mexicano, ser singular que sin embargo, “siempre está lejos, lejos del mundo y de los demás. Lejos también de sí mismo.” Capaz incluso de hacer uso del silencio, además de la palabra, como un instrumento de defensa.

Y a propósito de la palabra, el poeta reflexiona sobre el poder real que la palabra misma ejerce sobre el mexicano. Conceptos como “rajarse”, revelan el grado de machismo que todos llevamos dentro. ¡Puto el que se raje! Otro ejemplo, que sólo en México existe, es el albur. Lenguaje secreto, ingenioso, de fuertes connotaciones sexuales que agrede, reta, y finalmente, termina por demostrar nuestro carácter cerrado frente al mundo.

El mexicano usa máscaras para proteger su intimidad, no le interesa la ajena y por lo tanto, el círculo de la soledad se vuelve a cerrar. L a manera instintiva en la que consideramos peligroso a todo lo que representa lo exterior, tiene su razón si revisamos la historia de nuestro país. Las derrotas se sufren con dignidad. Lo anterior, subraya el autor: “No carece de grandeza”.

Mención aparte sería el caso de la mujer mexicana. Mujer cuyo recato tiene que ser a toda prueba. La vanidad masculina, heredada de los indígenas y los españoles, se regodea bajo la sumisión, económica, moral y social de la mujer. “En un mundo hecho a la imagen del hombre, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos”. Desde luego, que el centro de atención de la mujer es su sexo: “oculto, pasivo. Inmóvil sol secreto”.

Sin embargo, también se está consiente de que la mujer, la tierra, representa la continuidad de la especie, el orden, y la dulzura. De nada sirve lo anterior, el machismo necesita mujeres impersonales para subsistir. Se respeta el concepto de la madre, de la mujer abnegada pero no de la persona: la mujer como protagonista de su historia. Por ello, refranes, canciones populares y conductas cotidianas, aluden al amor como falsedad y mentira si la protagonista “deja” al hombre, quien por su parte, encuentra consuelo en los brazos del alcohol. Una mentira más que pudo ser verdad.

Las máscaras del mexicano, sus mentiras, reflejan sus carencias, lo que fuimos y queremos ser. Sin embargo, de tantas posturas y tantas mentiras terminamos simulando lo que queremos ser, -la referencia a la obra El Gesticulador de Rodolfo Usigli no es gratuita- Ignorando nuestra condición, estamos condenados a representar una verdad ficticia, ajena a la realidad. El ejemplo que usa el autor es en verdad desconcertante: De niño, escuchó un ruido y al preguntar quién era, una sirvienta recién llegada le contestó: “No es nadie señor; soy yo”. Alguien se vuelve nadie y sin embargo, está presente siempre.

Capítulo tres.

Todos santos, día de muertos.

La contradicción forma parte del mexicano. “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo” y las Fiestas populares, resultan el desagüe idóneo para tal efecto. Durante las Fiestas populares, desde el grito de independencia hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, seguro. La razón es sencilla, en ese instante, en ese presente, “el pasado y el futuro al fin se reconcilian”.

En todos los rincones de México existen sus Ferias y tradiciones, aún en los más miserables. Los ricos, la minoría que no es pueblo, no festejan, sus reuniones son frías y ni por equivocación se faltan los modales. “Las Fiestas son el único lujo de México”.

Y una vez más, el círculo de la soledad se cierra. El mexicano derrocha esperando que el derroche mismo atraiga a la abundancia y si no la atrae, por lo menos se aparenta.

Lo importante es que, durante la Fiesta, “todo pasa como si no fuera cierto, como en los sueños”. La gente se burla del clero, de las instituciones, del ejercito y hasta del mexicano mismo.

Uno de los festejos que más llama la atención: es el día de muertos. Ya desde antes de la llegada de los españoles, los indígenas creían que la vida se continuaba con la muerte, y de hecho, la vida misma se alimentaba de la muerte. Nada más privilegiado en vida, que ser sacrificado para los Dioses. Mientras que para los cristianos la muerte es la antesala a otra vida, para los aztecas, la manera de participar fundirse con las fuerzas creadoras. Para los aztecas, ni la vida ni la muerte les pertenecía, todo era un capricho de los dioses. La religión y el destino, trazaban la vida de sus hijos. “La conquista de México, sería inexplicable sin la traición de los dioses, que reniegan de su pueblo”.

Actualmente, Paz señala, “todo funciona como si la muerte no existiera”, se exalta la salud con drogas milagrosas en un siglo donde también hubo campos de concentración. Para el mexicano moderno, la muerte ha dejado de ser tránsito, ahora es su amor más permanente, su juguete favorito.

Dos autores mexicanos refiere Paz en este capítulo: José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, autores de Muerte sin fin y Nostalgia de la muerte respectivamente. Ambos poetas, a su manera, pretenden quitarle la máscara a la muerte, la Muerte Original, la que fue antes de la vida. La entraña materna.

Capítulo cuatro.

Los hijos de la Malinche.

Paz abre el capítulo, con una dura crítica al capitalismo. Sistema económico o modo de producción (según Marx) donde la condición humana es rebajada hasta sus últimas consecuencias. El individuo se vuelve obrero, número de fábrica prescindible. Produce mercancía que el mismo consume. Se disuelve en la masa y entonces cobra significado. Ahora pertenece a una clase. Luego, volviendo a aterrizar en tierras mexicanas, el autor sorprende con una frase demoledora. “El mexicano no quiere o no se atreve a ser el mismo” Demasiados fantasmas lo habitan: la conquista, la colonia, la independencia, las guerras contra Francia y Estados Unidos “nuestro buen vecino”, demasiados abandonos por parte de los dioses. Sin embargo, los mexicanos tenemos una manera de exorcizar a nuestros demonios. Un grito es suficiente para afirmarnos ante lo exterior, ante los demás: ¡Viva México hijos de la Chingada! Y ¿quién es la Chingada?, ¿a quién o quienes se dirige tal grito de guerra? No es casual por supuesto, que el 15 de septiembre, aniversario de la independencia, todo México, embriagado de seguridad y orgullo, lo grite. Y tampoco es casual que la figura materna, por un lado falsamente respetada, sea el blanco de la agresión.

La Chingada, es la mujer abierta, violada, es el resultado del conquistador, penetrando por la fuerza a la mujer indígena. Sin embargo, los hijos de la Chingada son los otros, los no mexicanos, los malinchistas.

La Malinche, encarna al mito, nadie en México le perdona su colaboración con el invasor y también, nadie en México negaría a la Virgen de Guadalupe su lugar como madre suprema de todos los mexicanos; seres provenientes de la soledad “fondo de dónde brota la angustia y que empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil”. Tonantzin, la virgen india, es la madre que vino a cuidarnos de nuestra orfandad.

Y Así, la Chingada y la Virgen de Guadalupe, ambas figuras pasivas, representan el amor -odio del mexicano hacía sí mismo.

Al gritar, ¡Viva México hijos de la Chingada! Continuamos gritando nuestra voluntad de cerrar los ojos al pasado.

Capítulo cinco.

Conquista y colonia.

Al llegar los españoles al nuevo continente, encontraron una civilización perfectamente estructurada: Mesoamérica. La próxima Nueva España comprendía el centro y sur de el actual México y parte de centroamérica, además, se encontraba poblada con distintas culturas peleadas entre si y con enemigo común: los últimos pobladores del Valle de México, los Aztecas

La agricultura, el uso del maíz, el juego de pelota, y los sacrificios humanos, eran rasgos característicos de todos los pobladores de Mesoamérica. Y todos también, se regían por un sistema teocrático y militar. Dentro del mismo culto, los dioses Tláloc, Tezcatlipoca, Huitzilopochtli, Mixcóatl etc, contemplaron sin duda, la llegada del invasor.

Al arribo de los españoles, todos los pueblos sometidos por los Aztecas, vieron una posible liberación, por ello, muchos o no oponían resistencia, o se dejaban llevar por la indiferencia. Algunos más, como los Tlaxcaltecas se aliaron incluso a Cortés. La meta, Tenochtitlan. Sin embargo, Moctezuma, emperador Azteca, (sabía o creía saber) que una era cósmica estaba por terminar, para dar paso a otra más. Todos esperaban el regreso de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que juró regresar. Moctezuma recibe a Cortés con presentes, y Cortes, con un puñado de hombres, la mayoría aventureros, realizó la conquista más absurda de la historia. Los signos, las profecías se habían cumplido y los dioses le dieron la espalda a sus creyentes. Ningún pueblo se habrá sentido tan desamparado como ellos. Cuauhtémoc se enfrenta al invasor, pero se enfrenta sabiendo de antemano su derrota.

“Si México nace en el siglo 16 hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria; la de los Aztecas y la de los Españoles”.

España era por ese entonces una nación medieval, que tomó su lugar en la Europa renancentista, gracias a su “descubrimiento”.

Posteriormente, el catolicismo se convierte en el corazón de la Nueva España y los indígenas, consientes de su orfandad, abrazan al Cristo ensangrentado, al Cristo humillado pues de alguna manera, ven un certero reflejo de su realidad. Hay que hacer notar, que la decadencia del catolicismo europeo coincide precisamente con está época.

La Nueva España, no sobresalió por un arte, mito o pensamiento originales. No poseemos a ningún reformador o místico de importancia. Pero es quizás Juana de Asbaje o Sor Juana Ines de la Cruz, la figura más representativa de la colonia. Poeta, monja Gerónima, autora dramática y profundamente adelantada a su tiempo. Feminista antes de las feministas, lectora de Platón y Aristoteles, Sor Juana representa la más pura reflexión intelectual. Cree en Dios, pero siempre busca una explicación racional de las cosas y es precisamente, en un mundo donde sólo las afirmaciones puras y las negaciones puras pueden existir, donde queda fuera la duda y el examen. “Su doble soledad, de mujer e intelectual” la coloca como la primer mujer moderna de México.

Capítulo seis.

De la Independencia a la Revolución.

La independencia de la Nueva España, es tan ambigua como la conquista. No es una independencia propositiva en ideas, no hay postulados ni ideas universales. Los caudillos, es decir los sacerdotes, no tienen una idea clara de que hacer. Su única virtud, es que escuchan de cerca al pueblo. La independencia sudamericana inicia con San Martín y Simón Bolívar. Se crean estados y promulgan leyes. En la Nueva España, se luchaba por liberar a los criollos de la burocracia peninsular pero, no se pretendía cambiar las estructuras económicas ni sociales. Los ecos de la Revolución Francesa y la Norteamericana se escuchaban por todos lados. Los insurgentes vacilan entre la independencia total, o formas modernas de autonomía. La guerra inicia por los abusos de la burocracia española contra los latifundistas. Pero más allá estaba también el abuso de los latifundistas hacia sus campesinos. “No es una rebelión de la aristocracia contra la metrópoli, sino del pueblo contra la primera”. Hidalgo termina con la esclavitud, Morelos reparte los latifundios, pero, la iglesia y los grandes propietarios buscan ayuda en la Corona Española. Hidalgo, Morelos y Mina, sucumben ante la alianza. Entonces, un hecho inesperado sucede. En España, los liberales toman el poder, transforman la monarquía en constitución y amenazan seriamente los intereses del clero. En México, la iglesia y los grandes propietarios, temiendo quizá una reacción en cadena, buscan a los insurgentes vivos y ¡consuman la Independencia de la Nueva España!

Sin embargo, se hereda el viejo orden español sin la visión futura de una sociedad moderna. Aparece entonces, la imagen del dictador hispanoamericano con su primera impresión: la del libertador. Las nuevas sociedades se formaban por militares ansiosos de repartirse el botín. En México mientras tanto, aparece una constitución, copia de Europa y Estados Unidos que pasaban por una realidad muy distinta a la nuestra, es decir: la revolución Industrial. Esta constitución ligeramente liberal y democrática, era, por un lado inaplicable, y por el otro, ocultaba nuestra realidad histórica por completo.

“La mentira política, se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente”

La rueda de la historia se precipita, el Virreinato se transforma en Imperio Mexicano con un Emperador: Iturbide. Efimero y ridículo. Todos esperan que con un cambio de leyes la situación cambie y, como en Europa, aparecería una nueva clase social: la burguesía. Las facciones se pelean entre sí, lo cual aprovechan los norteamericanos para quitarle a México ¡más de la mitad de su territorio! por medio de Antonio López de Santa Ana. “El arquetipo del dictador latinoamericano” Los conservadores se arman, Benito Juárez responde con la Reforma; separa iglesia de estado. Nuevamente, los conservadores piden ayuda al extranjero. Napoleón III manada otro emperador Maximiliano de Habsburgo. A su vez fusilado por el liberal Juárez. La Reforma consume la independencia. Y entonces aparece la constitución de 1857. Libertad de enseñanza promulgada. El autor evita la auto complacencia y agudamente observa “La Reforma funda a México negando su pasado, rechaza la tradición y busca justificarse en el futuro”.

Finalmente, la esperada aparición de una burguesía mexicana, es decir, una clase social pudiente y productiva, jamás apareció. México era un país agrario muy ajeno al occidente industrializado. En cambio surge una casta latifundista que reniega del progreso. Muerto Juárez, el poder está a merced de los caudillos; Porfirio Díaz, militar de corte liberal asume el poder. Una nueva máscara se pone México, ahora de estilo afrancesado y pretendidamente sofisticado. Los indígenas son desplazados de sus tierras, se abre la economía al capital norteamericano. México –que nació endeudado como país- se endeuda más. Aparentemente México progresa, se construyen los ferrocarriles, se estimula el comercio e industrias modernas. Díaz recibe el nuevo siglo y de repente, cumple 33 años en el poder.

La Revolución mexicana, tampoco tuvo precursores ideológicos conscientes de la verdadera situación del país. De los más radicales, los hermanos Flores Magón, que militaron desde el exterior del país, poco queda en las reformas de los trabajadores. Francisco I Madero, un místico convencido, resumió el cambio que, según él, México necesitaba: “Sufragio Efectivo no reelección” los males del país se debían a la eterna presencia del general Díaz y sus “científicos” en el poder. Madero, de cuna terrateniente, no se daba cuenta de la naciente clase obrera mexicana y de la explotación de los caciques hacia los campesinos. Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa y Emiliano Zapata, ambos surgidos del pueblo mismo lo entendían. Aún así, sus limitaciones se hacían evidentes. Los lideres revolucionarios se amparaban en sus respectivos planes para cambiar las estructuras políticas y económicas del pueblo. Desterrado el viejo general, Madero asume el poder. Nada cambia. La situación política se complica pues desde el norte, un golpe de estado, perpetrado por Victoriano Huerta se consume. Madero y Pino Suarez son fusilados. Villa, Zapata, Alvaro Obregón y un viejo porfirista Venustiano Carranza, forman sus bandos, la guerra civil entre los lideres revolucionarios deja un saldo trágico pues de alguna manera, todos mueren a manos de todos y a la postre, se convierten en mitos populares. “Villa cabalga todavía en el norte, en canciones y corridos; Zapata muere en cada feria popular; Madero se asoma en los balcones agitando la Bandera Nacional; Carranza y Obregon viajan aún en aquellos trenes revolucionarios, en un ir y venir por todo el país. Todos los siguen: ¿a dónde? Nadie lo sabe. Es la revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida”.

Capítulo siete.

La “Inteligencia” Mexicana.

Octavio Paz define de la siguiente manera a la “Inteligencia” mexicana: “sector que ha hecho del pensamiento crítico su actividad vital” aunque señala que la obra de esta “Inteligencia” no se encuentra del todo en libros, sino mas bien en su influencia en la obra pública. Y es José Vasconcelos, el fundador de la educación moderna en México, el primero en citar. Miembro del grupo Ateneo, Secretario de Educación Pública que pretende continuar la obra de Justo Sierra: ampliar la educación elemental y perfeccionar la enseñanza superior. Vasconcelos funda sus principios educativos en la tradición. La nueva educación, anota Paz, “se funda en la sangre, la lengua y el pueblo”. El filósofo y escritor, nutre su proyecto con la revolución, colaboran poetas, escritores, pintores, artistas en general, que como Vasconcelos, siente al periodo revolucionario como la verdadera cara de México. Emergen las artes populares, los muros son para los muralistas y se fundan escuelas en todos los rincones de México. La literatura mexicana, reflexiona sobre la conquista y el pasado indígena, y los autores más atrevidos en la reciente revolución.

Había que levantar al país y quién mejor que los intelectuales para hacerlo. Los caudillos se allegaron de gente de estudios, y muy pronto: los poetas estudiaron economía, los novelistas se hicieron abogados y ejemplos por el estilo.

Por supuesto que no todos los miembros de la “Inteligencia” colaboraron; algunos incluso se opusieron al régimen y como en el caso de Manuel Gómez Morín y otros, fundaron el partido de oposición. El Acción Nacional.

Otros miembros de la “Inteligencia” que por su impacto nombra el autor serían: Samuel Ramos, autor de El perfil del hombre y la cultura en México, primer estudio del mexicano y antecedente directo de El laberinto de la soledad, Jorge Cuesta, quien dedica su obra a indagar el sentido de nuestras tradiciones, Daniel Cosío Villegas, fundador del Fondo de Cultura Económica, Textos de todo tipo al alcance de todos, José Gaos, exiliado español y filósofo, Alfonso Reyes, escritor apasionado, poeta crítico y ensayista, quien pretendía “Buscar el Alma Nacional” Leopoldo Zea, historiador, y algunos más de tipo político.

Concluye Paz, “exceptuando la revolución hemos vivido nuestra historia como un episodio de la del mundo entero. Nuestras ideas, así mismo, nunca han sido nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas por Europa” Sin embargo, sostiene “el mundo moderno ya no tiene ideas” México, a partir de su conquista, fue influenciado por las ideas liberales, que como el mundo mismo, se tenían que actualizar. La diferencia histórica de una Europa: vanguardia de las artes, las guerras, las ideas y el pensamiento filosófico, con un México nacido de la violencia y cursando un tiempo histórico distinto, fue lo sucedido.

Pero a partir de la Revolución, México y el mundo viven al día. “Con un futuro por inventar”.

Capítulo ocho.

Nuestros días.

Antes de continuar con el estudio del libro, quiero recordarte que fue escrito en 1950, es decir y perdón la redundancia a mediados del siglo pasado. Continuemos.

“La revolución no a hecho de nuestro país una comunidad o siquiera una esperanza de comunidad”. Sin embargo, como todas las revoluciones del mundo, -la de México fue la primera del siglo veinte- ninguna ha terminado satisfactoriamente su labor. ¿y cual sería el punto culminante de una revolución? El autor nos contesta: “ En primer termino, liquidar el régimen feudal, transformar el país mediante la industria y la técnica, suprimir nuestra situación de dependencia económica y política y, en fin, instaurar una verdadera democracia social”. Ahora bien, la historia va a la par para todos, el planeta, unificado desde la expansión imperialista, enredó por completo las economías de todos los países. Desde luego, unos beneficiados y otros no. “Lo conquistado hay que defenderlo todavía”

Particularmente, en México, el crecimiento demográfico, no previsto por los primeros gobiernos, se presentó como una máscara que esconde el actual desequilibrio. La reforma agraria por su parte, cuenta todavía con millones de campesinos en extrema pobreza; principal causa de braceros en Estados Unidos. La industria y los centros de producción son insuficientes para absorber la demanda de trabajo en las ciudades. Ahora bien, si bien el General Lázaro Cárdenas al expropiar el petróleo y el ferrocarril entre otros impulsó la economía interna del país, también es cierto que tocó fibras muy sensibles, económicamente hablando, del vecino país del norte.

Con la industrialización del país, surge la clase obrera, aquella que según Marx “lleva el curso de la historia”. En México, esa clase obrera y mediana burguesía, surge desde las entrañas mismas del poder. Primero se apoya a Venustiano Carranza –buen momento para recordar que también fue gobernador porfirista- luego a Alvaro Obregón y finalmente a Plutarco Elías Calles. El estado desde entonces ha protegido las organizaciones sindicales. La burguesía por su parte, se alió directamente con el gobierno así, el banquero se convirtió en senador o diputado. Desgraciadamente, carecemos de una industria básica por la sencilla razón de que somos un país productor de materias primas. Entonces, dependemos de los grandes capitales que imponen condiciones cual viejos conquistadores. También carecemos de una industria pesquera, el turismo y los dólares equilibran, sensiblemente, la economía pero nada más. Paz propone: “La inversión de capitales públicos ya sea en prestamos gubernamentales o por medio de las organizaciones internacionales”. Y más adelante continua: “Podríamos hacer más si nos unimos a otros pueblos con problemas semejantes a los nuestros” incluye África y los países asiáticos.

Sorprende la visión y crítica de Paz hacia los países comunistas y la “cristalización” de la “Dictadura del Proletariado” encarnado por la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas y Socialistas. Su carácter visionario es evidente. Finalmente el autor nos hace reconocer que “muy pobres son nuestros instrumentos intelectuales, hemos pensado muy poco por cuenta propia. Pero somos nosotros los equivocados, no la historia” Aunque también nos recuerda “Somos por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”.

Apéndice.

La Dialéctica de la soledad.

“El hombre es el único ser que se siente sólo y el único que es búsqueda de otro”. Para el Nóbel Mexicano, la soledad lleva irremediablemente a la conciencia. Nacemos y morimos solos. Pero también somos capaces de traspasar nuestra soledad mediante el amor como “elección, libre elección acaso de nuestra fatalidad, súbito descubrimiento de la parte más secreta y fatal de nuestro ser”. Las relaciones amorosas están viciadas por culpa de la sociedad, misma que impide la libre elección. La mujer es presa de su imagen; impuesta por una sociedad básicamente masculina. Tampoco el hombre puede elegir, el primer contacto sexual del niño ocurre con la madre y/o hermanas. De modo que un carácter simbólico de incesto, está presente en nuestro erotismo. Se elige por confusión, por belleza o conveniencia; por creer que “no hay de otra”, o por que “se me va el tren”. Lo cierto es que la gran mayoría de mexicanos, y mexicanas, piensan al final de su existencia: “Y pensar que he perdido los mejores años de mi vida con una mujer que no era mi tipo” frase de Swan citada por el propio Paz.

Para la sociedad, el amor equivale a tener hijos pues la familia, es el primer reflejo de la sociedad. La doble moralidad aterriza directamente en el concepto del Matrimonio, es decir la naturaleza conservadora de la pareja. Al amor garantizado constitucionalmente.

El verdadero amor es antisocial y revolucionario, y es precisamente en la adolescencia, en dónde se expresa en su forma más pura y contradictoria. La adolescencia no implica únicamente soledad sino “los grandes amores, el heroísmo y el sacrificio”.

El ensayo cierra con una unas últimas reflexiones sobres las Ferias, las Máscaras y algunas constantes que acabas de leer. Espero haberte hecho el paro y te invitó a acercarte a la obra de Octavio Paz.

MARTIN FIERRO

Antecedentes:

Martín Fierro, acompañado de su guitarra, canta las peripecias de su vida, quien a causa de malos tratos y acoso por parte de las autoridades se ve obligado a dejar su tierra y familia para huir a la frontera donde comienzan sus penas. Ya que en ocasiones los gauchos son víctimas de los ataques indios, logra huir y al volver no encuentra ni casa, ni familia. Entonces decide convertirse en gaucho matrero. En dos riñas diferentes mata a un moreno y un gaucho. Es perseguido por la justicia, tras ser defendido por el sargento Cruz con quien comparte las arbitrariedades de la autoridad, huyen hacia las tolderías para poner fin a la tragedia en que viven.

Personajes:

Principal

Martín Fierro. Es el prototipo del gaucho. Se presenta como cantor, hombre independiente, pacífico, valiente, conocedor del campo y sus actividades y ante todo libre: Mi gloria es vivir tan libre/ Como pájaro en el cielo;/ No hago nido en este suelo,/ Ande hay tanto que sufrir;/ Y naides me ha de seguir/ Cuando yo remonto el vuelo. Su carácter solitario es consecuencia de la pampa que habita, las injusticias que vive lo van transformando, a lo largo de la obra

Secundarios

El sargento Cruz: A pesar de no aparecer muy claro en el relato, se presenta como leal amigo de Martín Fierro durante un periodo de su viaje.

Los indios: Aparecen como personaje colectivos y son pintados por el autor como seres salvajes y en algunas ocasiones hasta inhumanos. Toman preso a Martín Fierro y logra escapar de ellos.

PRIMERA PARTE

Capítulos I al V.

Presentación del personaje de Martín Fierro como gaucho valiente. Narra las dichas e infortunios de todo ser humano, su experiencia como gaucho. Cuenta las arbitrariedades de la autoriadad y la falta de trabajo que obliga a los hombres a dejar sus tierras y huir hacia la frontera o ser encarcelados. Martín Fierro junto con otros compañeros es llevado el fortín a realizar trabajos forzados. Enumera las injusticias que padeció viviendo con los indios a quienes describe como bárbaros: NO SALVAN DE SU JOROR/ NI LOS POBRES ANGELITOS:/ VIEJOS, MOZOS Y CHIQUITOS,/LOS MATA DEL MISMO MODO./ QUE EL INDIO LO ARREGLA TODO/ CON LA LANZA Y CON LOS GRITOS.

SEGUNDA PARTE

Capítulos VI al VIII.

Estando cautivos en el fortín les avisan que tendrán una expedición a las tolderías. Martín Fierro logra huir y regresa a su rancho sin encontrar nada, ni casa, ni familia. Esa noche Martín va a una fiesta y en una riña mata a un megro. Otra vez en un boliche mata a un gaucho y se ve obligado a huir nuevamente. EL ANDA JUYENDO./SIEMPRE POBRE PERSEGUIDO;/ NO TIENE CUEVA NI NIDO,/COMO SI JUERA MALDITO;/ PORQUE EL SER GAUCHO... ¡BARAJO!,/ EL SER GAUCHO ES UN DELITO. (Concepción del gaucho por parte del autor).

TERCERA PARTE

Capítulos IX al XIII.

Así estuvo Martín Fierro huyendo de la justicia, durmiendo en el campo, hasta que un día llegaron unos hombres por él. Fierro peléa tratando de defenderse, llega Cruz y le ayuda a escapar. Es aquí donde aparece el personaje de el sargento Cruz que a partir de este momento se convierte en su amigo y compañero de viaje. Martín Fierro concluye haciendo un recuento de lo que es la vida y el destino del gaucho. El narrador termina la historia contando que Cruz y Fierro cruzaron la frontera por el desierto hacia las tolderías.

arte menor.

viernes, agosto 25, 2006

El lugar sin límites

El lugar sin límites

José Donoso

"Tengo la calma, tengo la seguridad de otras personas dentro de mí,

pero de algún modo vueltas al revés"

(F. Kafka)

1. Introducción

El hábito gregario impulsa a creer que la verdad llama a las cosas por su nombre. Así lo advierte el filósofo chileno Martín Hopenhayn, en su libro ¿Por qué Kafka? Poder, mala conciencia y literatura? Y agrega: "este modo de comprender aquello que es la verdad, sólo tiene la posibilidad de ser una adecuación de un concepto a la cosa" (9). Esta definición sostenida por concepciones antiguas, hoy abre sus puertas, para emprender la tarea que concierne a la búsqueda de la verdad en quienes viven en los caminos que están en el abismo, en donde la existencia es posible, como propiamente nombrada. Del mismo modo, quienes han aceptado el camino de la literatura y de la escritura, han intentado buscar, descubrir y relatar sobrepasando la realidad, hasta esa realidad otra, que existe en ella misma.

Esta es la razón por la que hemos escogido la novela El lugar sin límites, pues esta se acoge a la noción de la verdad como búsqueda y develamiento. La novela de José Donoso nos sumerge en la reflexión sobre lo humano, descubriendo que en el corazón de éste, lejos de existir unidad o sentido, existen problemas, mundos disueltos y por disolverse, decadencia, tristeza, dolor y ruina; las mismas situaciones que se encuentran en el corazón de nuestra cultura, de nuestra historia e identidad.

Para lograr los propósitos presentados en nuestras motivaciones, quisimos que este artículo tuviera dos grandes momentos que precisaremos con detención.

El primer momento es una lectura del filósofo alemán Walter Benjamin, quien desde su obra El origen del drama barroco alemán,nos da claras luces sobre cómo interpretar la novela de José Donoso, desde una perspectiva alegórica. El filósofo presenta desde tres elementos importantes un acercamiento a lo que se comprende por alegoría. Primero, muestra la tensión dialéctica entre el símbolo y el significado, es decir, una realidad que se desdice de sí misma y de otra. El segundo, muestra una visión de la Historia como una permanente acumulación de ruinas, que hacen del rostro humano una calavera. El último elemento describe la categoría del trauerspiel, que es la escenificación de toda la historia, como una historia de muerte.

El segundo momento es una lectura a El lugar sin límites, desde los elementos estudiados en el capítulo de la alegoría. Aquí queremos mostrar humildemente, una lectura, otra lectura de las ya leídas y fabricadas en torno a Donoso. Esta es posible, sólo desde la alegoría, pues el corazón de la historia es al corazón de la alegoría; es un problema, es decir, una distribución de puntos relevantes; ningún centro, pero siempre descentramientos, series con, de una a otra, la claudicación de una presencia y una ausencia, de un exceso y un defecto. Estos son los argumentos del porqué se hace necesario asirnos a la novela ya mencionada de José Donoso, leerla, re-leerla, transgredirla, transgredirnos.

2. Hacia una definición de alegoría

Para la definición de la alegoría hemos privilegiado la lectura de la obra El origen del drama barroco alemán, del filósofo alemán Walter Benjamin. Esta obra es un estudio a textos poéticos, narrativos y teatrales del siglo XVII. Desde ellos Walter Benjamin reflexiona acerca de las similitudes que tienen estos con la formación de la misma historia alemana. La relación entre los distintos escritos y la formación de la historia alemana es posible a partir del concepto que el ensayista nombra como la alegoría.

La alegoría es un concepto o una categoría que al ser profundizada se convierte en una realidad, es decir, la alegoría está lejos de ser una abstracción de la realidad; ella es un modo de comprenderla, un modo de descubrirla. Y si la alegoría posee la capacidad de interpretar la realidad es porque "ella tiene en si misma la capacidad de expresión, como lo tiene el lenguaje y la misma escritura"(155), que no lo tienen otros conceptos.

Walter Benjamin establece tres elementos para explicar la alegoría. El primero presenta la tensión dialéctica entre el signo y el significado. Hasta entonces, el símbolo era comprendido como aquello que el hombre debía interpretar para la completación de su ser. Por lo tanto, existía una línea directa entre lo que el hombre es y lo que debe ser. Se habla entonces, de una pretensión de totalidad del símbolo con respecto a la vida del hombre, es decir, el hombre alcanza su plenitud, su unidad y totalidad, desde el símbolo.

Una explicación acotada sobre el símbolo, la entrega el filósofo Hans Georg Gadamer, en su obra La actualidad de lo bello. Este postula que el término símbolo deriva de la lengua griega y significa tablilla del recuerdo, en cuanto un signo o un registro es coincidente con aquello que se recuerda. Así, la experiencia de lo simbólico permite que para un hombre el símbolo "se presenta como un fragmento de ser que promete complementar en un todo íntegro al que se corresponda con él"(85).

Lo que intenta explicar Gadamer es que el símbolo es aquello que le falta al hombre para comprenderse en su totalidad. De este modo, el símbolo "asegura nuestro crecimiento en el ser de nuestra existencia"(90). En conclusión, el símbolo representa la posibilidad real del hombre de encontrar aquello que lo trascienda. Así el símbolo es como un referente que completa lo que al hombre le falta de ser, de sentido y significado.

Contrariamente a esto, Benjamin define la alegoría como la desarticulación de toda unidad pues, "en la alegoría barroca se extingue esa falsa apariencia de totalidad"(176). De este modo, el significado, no es una continuidad del signo, ni menos su totalidad. Por lo tanto, el hombre no encuentra su fin en el símbolo, pues desde la alegoría el sentido de la vida del hombre y su existencia misma está quebrada. Esto no significa que al hombre le sea negada toda posibilidad de trascender, sino que éste trasciende desde una experiencia de negación.

La alegoría, al revelarse como una experiencia de negatividad, deja al hombre en la posibilidad de negar lo propio de su ser y de su identidad por otra, pues la alegoría "es una pura desintegración de la totalidad humana"(176). Así, el devenir de toda experiencia se agita en la posibilidad de ser y no ser, del mismo modo como "el movimiento alegórico se agita dialécticamente en un abismo"(158). En términos más generales, la alegoría se constituye desde un constante descalce entre el ser y el parecer, entre la expresión y el contenido, entre la parte y el todo, entre el símbolo y el significado.

Si fijamos la mirada en la obra de José Donoso El lugar sin límites y, en particular, en el personaje de la Manuela, sucede lo que comprendemos por tensión dialéctica entre el símbolo y el significado. La Manuela frente a su hija la Japonesita vacila de su paternidad, es decir, de ser el hombre Manuel González Astica. Al nombrar a la Manuela, nuestra primera imagen o referente simbólico es Manuel González. Pero es él mismo quien vacila de esta unidad entre ambos, al prohibirle a su propia hija nombrarlo como papá:

"¡Qué papá!. No me hagas reírme, por favor, mira que tengo los labios partidos y me duelen cuando me río… Papá. Déjame tranquila, papá de nadie. La Manuela no más, la que puede bailar hasta la madrugada hasta la madrugada y hacer reír a una pieza llena de borrachos."(105-106).

Manuel González no quiere ser papá de nadie y niega su identidad, o sea, niega su masculinidad y paternidad, otorgándose una condición femenina que no le pertenece: "Déjame tranquila", le responde a su hija. Pero esta condición no la deja imposibilitada de trascender, pues desde su nueva condición asegura ser la única que puede bailar hasta la madrugada y hacer reír a una sala llena de borrachos.

Para entender mejor la alegoría, Walter Benjamin nos propone comprenderla desde su particular visión de la Historia. Este es el segundo elemento que el filósofo otorga a la reflexión de la alegoría. Desde la ruptura con lo simbólico, la alegoría compromete aquí su relación con la experiencia y con la Historia. Si la alegoría es un proceso marcadamente dialéctico y abismal, estará íntimamente vinculada con el desenvolvimiento de la Historia, pero desde su lado oscuro. Al decir de Benjamin, mientras que en el símbolo todo se revela como trascendencia y redención, en la alegoría la Historia se revela como un paraje primordial petrificado. Esto quiere decir que todo lo que la Historia tiene de doloroso, intespectivo y fallido se plasma en un rostro, pero un rostro que tiene la figura de una calavera. Lo que es Historia es lo hecho por el hombre en el mundo y su tiempo. La alegoría será entonces, la expresión del reiterado fracaso del hombre por reencontrar la gracia, esa redención que le ha sido negada.

Según Walter Benjamin, son dos las características que hacen posible la comprensión de la Historia desde la alegoría. Primero, la Historia se devela principalmente como lo pasado en el hombre. Lo sido adquiere relevancia al ser, ese paraje donde el hombre mira para poder redimir lo que ha vivido. La segunda característica consiste en mirar la historia que se encarna en un hombre, que se muestra como una calavera.

En la alegoría el hombre sólo es sujeto de la Historia cuando se ve enfrentado a su pasado. En el intento de redimirlo, lo devuelve a un estado de ruina. La cita de Walter Benjamin en su obra La dialéctica del suspenso. Fragmentos sobre la Historia es clarificadora:

"Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas sobre sus pies. Bien quisiera él detenerse y despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que siendo tan fuerte el ángel no puede cerrarlas. Este huracán lo empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo"(54).

En la alegoría cada hombre debe comprender su historia desde el pasado. Pero este pasado tiene la característica de ser un pasado doloroso, sombrío y ruinoso. El hombre que mira su historia hacia atrás descubre un montón de ruinas que despiertan en él la innegable posibilidad de redimirlas. Lo mismo ocurre con la Manuela al mirar su pasado. Este se descubre ruinoso al verse peregrina, huyendo de un lugar a otro, siendo expulsada de todos los lugares donde intentaba redimir su historia:

"De una casa de putas a otra. Desde que tenía recuerdo… de una casa en otra, siempre, desde que lo echaron de la escuela cuando lo pillaron con otro chiquillo y no se atrevió a llegar a casa porque su papá andaba con un rebenque enorme, con el que llegaba a sacarle sangre a los caballos cuando los azotaba, y entonces se fue a casa de una señora que le enseñó a bailar español. Y después ella lo echó, y otras, siempre de casa en casa, sin un cinco en los bolsillos, sin tener dónde esconderse y descansar…"(84).

Todas las partidas de la Manuela hacen de su vida una ruina, una sobre otra. Pero a pesar de este pasado ruinoso, ella intenta redimir esta situación al aceptar la propuesta hecha por Don Alejandro Cruz a la Japonesa. La apuesta consistía en realizar "un cuadro plástico" en el que la Japonesa y la Manuela brindaran a los hombres el acto sexual. La Manuela, a pesar de negarse en un principio, piensa en su futuro, la única posibilidad de poder redimir su pasado: "Total. Era un rato. Los garbanzos no me gustan pero cuando no hay más que comer … total. Propietaria una. Nadie va poder echarme… y hay esperanza para una loca y fea como yo"(85).

Pero la Manuela, al aceptar la apuesta, logró que en su intento de redimir su pasado, se escribiera una nueva ruina en su historia, en su vida, puesto que quedará marcado por la paternidad y enjendrará a la Japonesita.

El futuro nuevamente le volvía la espalda a este personaje "que ahora a los cuarenta años se le están soltando los dientes y llega a tener miedo de salpicarlos al estornudar"(85). El rostro de la Manuela no puede ser otro que el de un nuevo abandono. Un rostro que comienza a perder la fisonomía humana para convertirse en una calavera. La cita del filósofo en El origen del drama barroco alemán, advierte esta realidad:

"Todo lo que la historia tiene de intespestivo, de doloroso, de fallido, se plasma en un rostro; o mejor dicho: en una calavera... en esta figura suya (la más sujeta a la naturaleza) se expresa plenamente y como enigma, no solo la condición de la existencia humana en general, sino también la historicidad biográfica de un individuo"(159).

El rostro convertido en una calavera es la segunda característica que Walter Benjamin propone para comprender la historia desde la alegoría. La historia para el hombre es el recorrido de este por lo doloroso que ella tiene, por lo fallido que ella nos muestra. La Historia se encontraría, en los indicios de la decadencia, de tristeza y por sobre todo, en la ruina. Por lo tanto, el hombre se vuelve sujeto de su historia por lo de muerte que ella tiene, pues desde la condición de calavera el hombre encuentra su sentido, pues atañe a su historicidad biográfica individual intentar caminos desde las ruinas. La Manuela es un ser al borde de la muerte, un palo seco (una calavera) que sólo adquiere expresión desde el baile travesti que lo constituye desde una experiencia de negatividad.

El núcleo de la visión alegórica en la exposición barroca de la Historia, en cuanto historia de los padecimientos del mundo, se vuelve significativa desde las fases de su decadencia: "a mayor significación, mayor sujeción a la muerte, pues es la muerte la que excava más profundamente la abrupta línea de demarcación entre el hombre y su significación"(159). La experiencia de la muerte, como una experiencia de negación, nos permite comprender la historia en la individualidad misma del hombre y no desde un sujeto general al que le suceden cosas, o un concepto o una idea. El hombre en su ser concreto es una calavera por la experiencia de la muerte que este hace en su historia.

La escena inversa a la del cuadro plástico es la del baile nocturno de la Manuela vestida de española, en el derruido salón del burdel. Esta acción le devolvería (en apariencia) la gracia a su estado ruinoso. No obstante, por la descarga de deseo que transmite este acto en el público, le conlleva también miseria y muerte: la Manuela será golpeada, violada, abandonada. O sea, de nuevo resplandece la calavera; aunque esta vez en su máximo fulgor.

Desde la experiencia del hombre con su muerte, llegamos al tercer elemento con el que Walter Benjamin termina de argumentar su concepción de alegoría. Esta nueva categoría es la del trauerspiel, entendida como una escena fúnebre (del barroco alemán), que capta todo lo que la historia tiene de fatídico y ruinoso, considerando al hombre como una criatura cualquiera, arrojado al mundo como un ser más. El trauerspiel

"tiene como contenido la vida misma de los hombres en su época enfrentados a la muerte"(47).

Para Walter Benjamin lo esencial de la visión alegórica como trauerspiel es que se muestra la Historia como los padecimientos de un individuo. Es la escena que descubre al hombre en su negación más honda, mostrándolo conciente de su nueva ruina, en una melancolía extrema por su paraíso perdido.

La escena que mejor revela en El lugar sin límites este escenario de muerte en el que el hombre se descubre en su nueva ruina es el final del "cuadro plástico", cuando la apuesta hecha por Don Alejo está cumplida. En ese momento la Manuela siente que ha perdido. Su identidad está lejos de ser lo que había hecho:

"Pero júrame Japonesa que nunca más, por Dios qué asco, júrame, socias, claro, pero esto no, nunca más porque ahora no existe ese tú, sino ese yo que ahora estoy necesitando tanto, y que quisiera llamar desde el rincón de este gallinero"(105).

Así la Manuela no quiere ser para la Japonesaese tú (masculino, de ser Manuel González), pues, desde ese yo que anhela, o sea, como la Manuela, está su máxima redención y al mismo tiempo la experiencia misma de la muerte. Así, la alegoría desde el trauerspiel se transforma en un modelo privilegiado para la comprensión de nuestra vida, desde el doloroso intento de dar continuidad a instantes disconexos y heterogéneos. El trauerspiel nos sugiere más radicalmente. Exponernos a la vida como exponernos a un vacío: esa es la real experiencia de la muerte. Vivir, por tanto, es dejar aquel ser por el que todo hombre se comprende. Vivir es asumir el desgarro de autoexiliarse de la propia identidad, a un espacio vacío, en un intento fallido de redención que, paradójicamente, nos constituye como sujetos.

En el caso de la Manuela, que renuncia a su masculinidad para abismarse en el vacío, donde se constituye como Manuela. Sin embargo, en realidad, su experiencia es la de una tensión permanente entre su paternidad (ha engendrado a la Japonesita) y su otredad. Por eso, hacia el final de la novela, cuando huye despavorida del ataque de Octavio y Pancho, la Manuela descubrirá también, aterrada, en su ruina pasada, irredenta: la de ser Manuel.

Como colofón, plantearemos una relación existencial entre la situación de Walter Benjamin cuando escribió sobre la alegoría y las circunstancias de producción y de recepción de este novela de José Donoso.

Walter Benjamin comienza su estudio sobre la alegoría en el barroco alemán en 1916, para terminar la primera redacción en 1925, siendo publicado en 1927 y 1928. La situación es la siguiente: el autor comienza su trabajo en plena Primera Guerra Mundial y la termina en la posguerra. Los hombres intentaban en ese entonces redimir sus cenizas desde el mismo polvo. De este modo, no es casualidad que su estudio se haya abocado a la alegoría del barroco alemán, pues el barroco, según el autor, había sido mal interpretado por las escuelas del simbolismo clásico, comprendiendo sólo lo que al hombre le falta de ser. Pero la alegoría describe un modelo privilegiado para comprender nuestra vida dentro de la Historia: un torpe desciframiento, durante momentos, del sentido, que es el doloroso intento de devolver continuidad a instantes desconexos y heterogéneos. El barroco alemán ofrecía, desde la alegoría, una forma de interpretar la situación contemporánea en la que estaba inserto el filósofo.

No es difícil entonces, comprender cómo nuestro José Donoso llega a escribir El lugar sin límites. Chile, país tercermundista ubicado en el continente latinoamericano, que intenta aguerridamente, ponerse a la altura de lo que hoy son las potencias mundiales; Chile, un país que se debate entre el dolor y la esperanza de quienes, por un lado, intentan ser modernos y por otro, quienes viven el desarraigo de la pobreza. Aquí es donde se sitúa Manuel González Astica, hombre pobre de pasados inciertos, que transgrede su vida y su identidad para dar un nuevo rostro, a la misma identidad que se vuelve calavera. Manuel González es la Manuela, un ángel que intenta devolver el sentido perdido a su existencia, un ángel que intenta hacer un cielo en el mismo infierno lleno de fragmentos y derrotas.

Así, si la alegoría del barroco alemán sirvió a Benjamin para comprender la situación de los hombres en aquella época; entonces será posible leer El lugar sin límites desde la alegoría, para comprender la situación histórica, cultural y social en la que se encuentran los hombres de este país, que a ratos se vuelve alegórico.

Al hablar de un país con características alegóricas, me refiero a que el mismo Donoso infería al hablar de las distintas transgresiones o enmascaramientos a los que está sujeto el hombre común. En este sentido, la máscara de Manuel González en la Manuela ofrece algunas entradas a la reflexión. Pues, tal acción se produce como la respuesta vital a los condicionamientos de la vida humana, para enfrentar lo que esta tiene de horrible e intolerable. La transgresión es la actitud de aquel que tiene la conciencia de una realidad que lo sobrepasa, que no puede soportar, que no puede mirar sin arrancarse los ojos; es la visión trágica del mundo, la visión alegórica de éste.

Las máscaras o transgresiones, dirán más de la condición auténtica del mundo, su sentido de existir, que una acción que comulgue o negocie, aquello que de hombre se tiene. Esencialmente, eso es alegoría: articular un posible sentido aunque de suyo asomen a cada historia una nueva ruina.

La alegoría no señala directamente lo que el hombre o la historia son. Lo que la alegoría hace es reflexionar: reflexionar sobre el estado de las cosas del hombre, advirtiendo que el corazón de la realidad es pura tensión, pura negación y ruina.

3. Una lectura circunscrita

El lugar sin límites es una historia: la historia de un pueblo, la historia de los personajes que en ella misma circulan. El lugar sin límites es la historia de la misma historia. Pues ella es el propio pasado de cada uno de los que viven en la Estación El Olivo y que no logran reconciliarse ni redimirse con ningún futuro.

Si la obra de José Donoso es una historia, no goza en ser una historia lineal o progresiva, sino una de ruinas que se levantan unas sobre otras: es una historia de descentramientos, decadencia y tristezas.

La Estación El Olivo es el lugar donde transcurre la obra. El Olivo es lo opuesto a la ciudad o a su referente más cercano, que es Talca. Esta última goza de crecer en el progreso tan añorado por quienes, de algún modo, han vivido bajo los crueles embates de la pobreza. Si Talca significa mirar el progreso de la modernidad, El Olivo es el olvido de la misma, es mirar de regreso todas las acciones que se inscriben en el mundo premoderno.

Si alguna vez El Olivo estuvo en los planes de algún senador o diputado, para convertirlo en un pueblo donde la esperanza de los habitantes por un mundo mejor fuera la clave del propio progreso, no se consiguió; el poder de quienes lo ejercían pudo más en su contra que a favor. La Estación ahora es un miserable caserío del Chile central, de hombres que han perdido la esperanza y que, por lo mismo, viven en permanentes derrotas y sin posibilidad de cambios. El pueblo entero, está sepultado como por un otoño de densas hojas secas que cubren poco a poco cada una de sus casas:

"Los álamos se agitaron. Si el viento arreciaba, el pueblo entero quedaría invadido por las hojas amarillas durante una

semana por lo menos y las mujeres se pasarían el día barriéndolas de todas partes, de los caminos, los corredores, las puertas y hasta debajo de las camas, para juntarlas en montones y quemarlas… entre los muñones de paredes derruidas y cubiertas de pasto y la zarzamora devorando las habitaciones de las casas abandonadas… hacía mucho tiempo que todos los toneleros, herreros, lecheros y galpones, trasladaron sus negocios a Talca"(20-21).

Pero si en la Estación El Olivo poco a poco todo iba girando para convertirse en un cementerio, existía un lugar que desdecía de este centro. El lugar de descentramiento por excelencia de la Estación El Olivo es el prostíbulo. Recuperar toda la significatividad del lugar es la justificación de este centro, donde los hombres llegan a liberar todas sus frustraciones y represiones vividas. Es el lugar donde los hombres llegan a beber, a bailar y dejarse seducir por las caricias, bailes y cantos de La Manuela, la mujer, la puta, el homosexual, que lucha reñidamente entre su morir en vida y un vivir mejor.

Si podemos hacer la relación entre El Olivo y el prostíbulo, podemos postular la siguiente afirmación: el prostíbulo para El Olivo es como el wurlitzer para el mismo prostíbulo. El Olivo sufre un total descentramiento en su devenir, al establecerse un lugar lleno de fiesta y esperanza en el mismo corazón del pueblo. De algún modo, el prostíbulo surge como el lugar de la esperada modernización de El Olivo; tal como el wurlitzer para el prostíbulo. El aparato significaría la llegada de la electricidad al pueblo y la consolidación económica para el burdel. La Japonesita, hija de Manuel González, la Manuela, esperaba sólo la noticia de que "en cuanto electrificaran al pueblo, funcionaría en su casa el Wurlitzer"(43). Pero la electricidad nunca llegó, a pesar de la compra del wutlitzer. Por lo tanto, las expectativas en relación a cualquier signo de progreso o modernidad quedan hundidas en el rotundo fracaso. El Olivo sigue su historia que se hunde a paso lento entre las hojas y zarzamoras, mientras el prostíbulo termina con el último soplido que apaga la última vela encendida del lugar. La Japonesita, ya sin el público acostumbrado, sola,

"…cerró la puerta con la tranca. Sobándose las manos caminó entre las mesas apagando, uno por uno, los chonchones… Entró a su pieza y se metió en su cama sin siquiera encender una vela" (134).

El prostíbulo, el lugar que parecía ser creado por un dios; estaba compuesto por "siete mesas sucias, donde los hombres dejaban su olor a sudor, aceite de máquinas y cigarros baratos" (16). Siete mesas, como la misma creación en siete días. Pero nada hacía suponer que ese lugar sería la obra de un dios, pues más se asemejaba al mismo descenso a los infiernos;

"La casa se estaba sumiendo. Un día se dieron cuenta de que la tierra de la vereda ya no estaba al mismo nivel que el piso del salón sino que más alto, y la mantuvieron con una tabla de canto sostenida por dos cuñas. Con los años, quién sabe cómo y casi imperceptiblemente, la acera siguió subiendo de nivel mientras el piso del salón, tal vez de tanto rociarlo y aprisionarlo para que sirviera para el baile, siguió bajando" (19).

La historia que identifica a cada uno de los personajes en El lugar sin límites no dista del mismo relato que describe a la Estación El Olivo. Desgarros, tristezas y contradicciones son las características que rodean las ruinosas vidas de don Alejandro Cruz, Pancho Vega, la Japonesa, su hija la Japonesita y la Manuela, quienes dan vida a este particular lugar sin límites.

Don Alejandro Cruz o don Alejo es el senador de la región. Don Alejo es quien representa el poder, la oligarquía en la Estación El Olivo. Tal condición reviste al senador de una imagen divina para la gente del pueblo. Don Alejo juega a construir y destruir la identidad del pueblo y de quienes ahí viven, precisamente porque él es como un dios:

"Aquí en el pueblo es como un Dios. Hace lo que quiere. Todos le tienen miedo. ¿No ves que es dueño de todas las viñas, de todas, hasta donde se alcanza a ver?. Y es tan bueno que cuando alguien lo ofende, como éste que te estaba molestando, después se olvida y los perdona. Es bueno o no tiene tiempo de preocuparse de gente como nosotros" (72).

Como veíamos más arriba, don Alejandro tenía la responsabilidad de promover el progreso del pueblo. La electricidad era significativa en este proyecto: era permitir que un pueblo, acostumbrado a ver en la oscuridad, pudiera ver la luz; o también, un pueblo que de escuchar afónicas vitrolas, podía aspirar a sentir el sonido de un moderno wurlitzer.

Pero los aires de divinidad arrojados por don Alejo no son suficientes para descubrir su lado oculto. Si don Alejandro era un dios, éste lo era al modo de como se comporta un real demonio. La posibilidad de poder dominar las almas de quienes lo rodeaban, permitió que un hombre y una mujer o mejor, un homosexual y una mujer o dos mujeres, una macha y una hembra, pudieran darle en el gusto, "formando cuadros plásticos" para todos los presentes en ese momento en el prostíbulo.

Todo comenzó con la apuesta que don Alejandro le hace a la Japonesa. Consistía en que ella tenía que provocar la excitación de la Manuela hasta la culminación del acto sexual. El cumplimiento de este cuadro plástico, le permitiría a la Japonesa pedirle a don Alejo lo que quisiera:

" _Ya está. Ya que te creís tan macanuda te hago la apuesta. Trata de conseguir que el maricón se caliente contigo. Si consigues calentarlo y que te haga de macho, bueno, entonces te regalo lo que quieras, lo que me pidas. Pero tiene que ser con nosotros mirándote, y nos hacen cuadros plásticos" (80).

Mientras se daba cumplimiento a la apuesta, la intimidad de la Manuela, el maricón no alcanzaba a soportar tanta miseria, no alcanzaba a comprender los pasos que la Japonesa había escogido para alcanzar poder. Todo se le volvía oscuridad: la pérdida de lo propio, la identidad arrojada a lo sombrío, a la sordidez de los otros que miraban; mientras los olores de los cuerpos fundían el dolor de aquel cuadro plástico:

"… y ese olor se prendía en mi cuerpo y se pegaba a mi, el olor de ese cuerpo de conductos y cavernas inimaginables, ininteligibles, manchadas de otros líquidos, pobladas de otros gritos y otras bestias y este hervor tan distinto al mío, a mi cuerpo de muñeca mentida, sin hondura, todo hacia fuera lo mío, inútil, colgando, mientras ella acariciándome con su boca y sus palmas húmedas, con los ojos terriblemente cerrados para que ella no supiera que sucedía dentro, abierta todo hacia adentro, pasajes y conductos y cavernas y yo allí, muerto en sus brazos, en su mano que está ungiéndome para que viva, don Alejo y los otros que se ríen de nosotros, no oyen lo que la Japonesa Grande me dice despacito al oído, mijito es rico, no tenga miedo, si no vamos hacer nada, si es la pura comedia…y su voz caliente y manchado de vino seguía diciendo: si es para la casa , nada más, para la casa…a ella le gusta hacer lo que está haciendo aquí en las sábanas conmigo. Le gusta que yo no pueda: con nadie, dime que sí, Manuelita linda, dime que nunca con ninguna mujer antes que yo, que soy la primera y así voy a poder gozar mi linda, mi alma, Manuelita, me gusta tu cuerpo aterrado,… la pobre Japonesa Grande creía que existía pero no existe y no ha existido nunca a pesar de que me toca y me acaricia… No mijita, Manuela, como si fuéramos dos mujeres, mira así, ves, las piernas entretejidas, el sexo en el sexo dos sexos iguales…tu eres la mujer , Manuela,… yo soy la macha y tú la hembra…yo durmiendo sobre ella, me dice al oído mijita, mijito." (103-105).

Después de esto, queda demostrado que don Alejandro más que un dios es un demonio o, mejor dicho, un demonio disfrazado de dios, un dios transgredido. La Japonesa logra convertirse en la administradora del prostíbulo y en una fiel seguidora del político más connotado del pueblo, llegando a pertenecer al mismo partido político, el partido histórico tradicional, de orden, de gente decente, sin deudas, sin líos, la gente que iba al prostíbulo a divertirse y "cuya fe en que don Alejo haría grandes cosas por la región era tan inquebrantable" (66), como la de ella. Tanta fe tenía, que apenas obtuvo el prostíbulo como propietaria, sentía que el pueblo se iba a ir para arriba "y yo y la casa con el pueblo" (83). La Japonesa, deslumbrada y cegada por la nueva condición otorgada por don Alejo, nunca cuestionó sus procederes; ella prefería ser siempre la mujer que aspira a conservar el favor y los privilegios del caudillo local.

La relación de dependencia hacia don Alejandro y la ruptura de ésta era la tensión vital que sufría Pancho Vega. Su infancia estuvo a cargo de don Alejandro Cruz y su familia, quienes le apoyaron en la educación y formación. A tanto llegó el cariño por Pancho Vega que a ratos lo usaban de entretención para su hija, con la que se divertían jugando a las muñecas. Hechos como éste hicieron que el alma de Pancho fuera despertando de tanta ingenuidad vivida al lado de los Cruz. Es el mismo cuñado, Octavio, el que más tarde volverá a insistir a Pancho sobre la real persona que es Alejandro Cruz:

"Que no fuera tan inocente, que se diera cuenta de que el viejo jamás se había preocupado de la electricidad del pueblo, que era puro cuento, que al contrario, le convenía que el pueblo no se electrificara jamás. Que no era inocente, que el viejo era un macuco… Quiere que toda la gente se vaya del pueblo. Y como él es dueño de todas las casas y si no de todas, que le cuesta echarle una habladita al intendente para que le ceda los terrenos de las calles que eran de él para empezar entonces echar abajo todas las casas y arar el terreno del pueblo abonado y descansado, y plantar más y más viñas como si el pueblo jamás hubiera existido…" (96).

Pancho Vega jamás podrá romper su dependencia. La rabia de cargar con una antigua deuda a don Alejo lo lleva a cometer actos impulsivos, llenos de dolor, angustia y amargura, conduciendo el camión que había comprado con la ayuda del señor feudal:

"Entonces Pancho porque sí, porque le dio rabia, porque le dio miedo, comenzó a tocar la bocina como un loco y los perros a redoblar sus saltos rasguñando la pintura colorada que tanto cuidaba, pero ya no importaba, ahora no importaba más que tocar, tocar, para derribar las palmeras y encinas y atravesar la noche de parte a parte para que no quede nada, tocar, tocar, y los perros ladran mientras en el corredor se prende la luz y se prenden figuras entre los sacos, y bajo las puertas, gritando a los perros, corriendo hacia el camión pero Pancho no cesa, tiene que seguir, los perros sin obedecer a los peones que los llaman" (90).

La dependencia de Pancho es algo insalvable, a no ser por la aparición de la Manuela. En el prostíbulo, Pancho, como muchos otros llegaban al lugar para romper con todas sus represiones, todas las razones que lo hacían un oprimido, un hombre casi sin serlo. La Manuela es vista por el mismo Pancho como un elemento de salvación. Ante la propia adversidad de no poder romper con nada de su pasado, huye hacia el prostíbulo. En el lugar, el baile, el vino, el canto, son los elementos que contribuyen a la total entrega de Pancho a las seducciones de la Manuela. Ella baila y se contorsiona ante él, quien sin dudar sigue el juego, liberando su escondida homosexualidad.

Pancho Vega logra irse del pueblo. Se va a Talca convertido en un pequeño empresario. En el camino que recorre dejará las huellas que jamás querrá volver a caminar, él quiere ir más allá, quiere ir a otras cosas. No quiere volver, él quiere ir siempre hacia delante:

"Inclinado sobre el manubrio, Pancho escudriña la oscuridad porque tiene que escudriñarla si no quiere despeñarse en un canal o injertarse en la zarzamora. Cada piedra del camino hay que mirarla, cada bache, cada uno de estos árboles que yo iba a abandonar para siempre. Creí que quedaba aquí esto con mis huellas, para después pensar cuando quisiera en estas calles por donde voy entrando, que ya no van a existir y no voy a poder recordarlas porque ya no existen y yo ya no podré volver. No quiero volver. Quiero ir hacia otras cosas, hacia delante" (96).

Pancho se irá sabiendo que no pudo romper con las ataduras que lo unen a don Alejo. Pancho Vega se va, sabiendo que la Manuela, "la loca de la Manuela podía salvarnos"(121). La Manuela, esa loca en la que todos podían ocultar su historia.

La Manuela es el personaje central de la obra. Es la que tiene relación con todos los personajes aquí tratados, don Alejo, la Japonesa y Pancho Vega. Quizás la mejor representación de la novela o de la historia de El lugar sin límites es la Manuela.

Desde un afuera, llega este personaje para insertarse en la vida de El Olivo. Fue siempre peregrino desde que huyó de casa al saber que su padre lo golpearía por haber sido sorprendido con otro chiquillo. Después, vivió con una mujer que le enseñó a bailar español. De ahí su vida sería ir de casa en casa, de prostíbulo en prostíbulo. Quizás estos elementos de su historia, le significaron poseer una mirada profunda para hacerse solidaria en la historia con otros:

"De una casa de putas a otra. Desde que tenía recuerdo…de una casa en otra, siempre, desde que lo echaron de la escuela cuando lo pillaron con otro chiquillo y no se atrevió a llegar a su casa porque su papá andaba con un rebenque enorme, con el que llegaba a sacarle sangre a los caballos cuando los azotaba, y entonces se fue a casa de una señora que le enseñó a bailar español. Y después ella lo echó, y otras, siempre de casa en casa, sin un cinco en los bolsillos, sin tener dónde esconderse y descansar…" (84).

Así, descubrimos a la Manuela con un pasado no resuelto, con un origen perdido, con una historia que la hace arrancar del látigo paterno, para esconderse y refugiarse en otro látigo, el de don Alejandro Cruz, quien, abusando de su excentricidad, la hace víctima de sus sórdidos placeres.

La Manuela pierde su propia identidad para poder hacerse cargo de su historia. La Manuela es Manuel González Astica. La Manuela, de este modo, pasa a ser el maricón, el homosexual y la puta del lugar. La que, a pesar de la pobreza, a pesar de toda la miseria circundante, no duda en ser el alma de todas las fiestas organizadas en el prostíbulo, no vacila, a pesar de su edad, en ser la artista del lugar:

"Vieja estaría pero iba a morir con las plumas puestas…Si la fiesta se componía y la rogaban un poquito, no le costaba nada ponerse las plumas aunque pareciera espantapájaros y nada tuviera que ver con su número de baile en español. Para que la gente se riera, nada más, y la risa me envuelve y me acaricia y los aplausos y las felicitaciones y las luces, venga a tomar con nosotros lo que quiera mijita, lo que quiera, para que nos baile otra vez"(16-17).

Como la mayoría del pueblo, la Manuela también establece relaciones de dependencia con don Alejo. Para ella, el terrateniente es quien puede protegerla de los hombres del lugar que quieren hacerle daño, es la única esperanza de convertirse en estrella, en una verdadera artista, en una maravilla. Para la Manuela, don Alejandro es la esperanza:

"…y hay esperanza hasta para una loca y fea como yo, y entonces la desgracia no era una desgracia sino que podía transformarse en una maravilla, gracias a Don Alejo, que me promete que las cosas pueden ser maravillosas, cantar, reírse y bailar en la luz de todas las noches para siempre" (85).

Es así como la Manuela, de ser un ángel para don Alejo, va convirtiéndose en un ángel caído, usado y transformado por los ilimitados poderes que el hacendado tenía hacia quienes lo apoyaban. La ya mencionada apuesta hecha a la Japonesa, deja ver en aquellos "cuadros plásticos" cómo la identidad de la Manuela se vuelve un tormento casi insostenible:

"Pero júrame Japonesa que nunca más, por Dios qué asco, júrame, socias, claro, pero esto no, nunca más porque ahora no existe ese tú, ese yo que ahora estoy necesitando tanto, y que quisiera llamar desde este rincón del gallinero, mientras los veo bailar en el salón" (105).

De aquella apuesta nació la Japonesita, un esperpento, un híbrido, una mujer que no menstrúa y que está entregada, como heredera del burdel, a llevar las cuentas, como una máquina, para depositar el dinero en Talca y establecer ahí la compra de algunos beneficios, como lo era el esperado wurlitzer.La Japonesita comprenderá que su vida ha sido un morir lentamente junto con el pueblo; que necesita entregarse a otro ser humano para superar esa soledad que la mata, para renacer y descubrir la riqueza de la existencia humana. Finalmente, la Japonesita decide entregarse a Pancho Vega, quien forzándola, logrará tenerla, aunque esa noche corra sangre. En la violencia ejercida la Japonesita descubrirá algo con qué vencer el frío y la soledad del invierno. La Japonesita, esta mujer virgen, frígida y hombruna, será una nueva tensión en la identidad de la Manuela, pues la Manuela es el padre que no quiere ser padre, sino sólo la Manuela:

"¡Qué papá! No me hagas reírme, por favor, mira que tengo los labios partidos y me duelen cuando me río…Papá. Déjame tranquila, papá de nadie. La Manuela no más, la que puede bailar hasta la madrugada y hacer reír a una pieza llena de borrachos" (105-106).

La tensión vital entre lo que se es y lo que no se es gira en torno a la Manuela, como quizás gira en torno a todos los habitantes de El Olivo y del pueblo mismo. La desorientación radical no es la tónica de la obra en cuanto historia, sino en cuanto cada personaje debe asumir su historia. Esto es lo que ocurre con la Manuela, que después del baile y seducciones, quiere escapar, ir a otro lugar para seguir la celebración y, por qué no, redimir la vida de algunos de los que allí estaban. Pero tal acción era pretenciosa, pues la misma condición homosexual de la Manuela traiciona toda posibilidad de partir. Al intentar besar a Pancho, éste reacciona con violencia negándole ese tipo conductas, más aún estando su cuñado de por medio. La Manuela se descubre como el que es: Manuel González Astica. Siente terror de ser el que es y sólo huir hacia don Alejandro podría salvarlo de aquella situación:

"Parada en el barro de la calzada mientras Octavio la paralizaba retorciéndole el brazo, la Manuela despertó. No era la Manuela. Era Manuel González Astica. Él. Y porque era él iban a hacerle daño y Manuel González Astica sintió terror… don Alejo, don Alejo. Él puede ayudarme. Una palabra suya bastará para que estos rotos se den a la razón… Usted lo prometió…de protegerme y defenderme y sanarme y consolarme…" (124-125).

Pero la divinidad de don Alejo (que estaba más allá del límite de la calle y el pueblo, más allá del límite de la misma historia de la misma Manuela) no la pudo salvar del castigo y paliza otorgado por Pancho Vega y Octavio:

"Octavio, o quizás fuera Pancho el primero, azotándolo con los puños… tal vez no fueran ellos sino otros hombres que penetraron la mora y lo encontraron y se lanzaron sobre él y lo patearon y le pegaron y lo retorcieron, jadeando sobre él, los cuerpos calientes retorciéndose sobre la Manuela que ya no podía ni gritar, los tres una sola masa viscosa… unidos los tres por el vómito y el calor y el dolor allí en el pasto, buscando quién es el culpable…" (126).

La fiereza y la violencia ejercida por Pancho o por Octavio son quizás la misma violencia del padre de la Manuela al esperar a su hijo pródigo con un látigo. Es quizás el mismo látigo, silencioso y sigiloso con que Alejandro Cruz oculta en su ser un buen dios, un demonio de acciones impredecibles. Es la misma violencia con la que actúa la Japonesa para cumplir la apuesta de Don Alejo. Es la violencia de la Manuela al negar su propia paternidad a la Japonesita. Es la violencia de todos que en desde la historia de cada uno "intentan buscar quién es el culpable" (126).

Pero en esta historia no existen culpables. Sólo quien intenta ir más allá del límite, como lo hace la Manuela en busca de la ayuda de don Alejo, que está más allá del límite del pueblo; o como Pancho Vega que huye a Talca sin redimir su propio pasado; o la Japonesa que acepta la apuesta del hacendado para ser propietaria y dejar de ser parte de la servidumbre del mismo hombre; o como la Japonesita que intenta salvarse comprando el wurlitzer para el prostíbulo y acepta la violencia de Pancho para aplacar su soledad, tienen su propia culpa al no aceptar que su propia historia es el lugar sin límites.

Como decíamos al comienzo de este capítulo, El lugar sin límites es la historia de la misma historia o la historia contada por ella misma. Entonces, ella misma es el lugar ilimitado. Sólo habrá límites para quienes quieran escapar a los límites que la misma historia posee, o sea, lo ilimitado. Pues, existirán límites para los hombres, como los personajes aquí nombrados, que quieran escapar a su propia historia. El lugar de la historia es el lugar de cada uno con respecto a sí mismo. El lugar de la historia es la historia de cada uno: es en ese momento donde ella se convierte en El lugar sin límites.

Pero atendiendo al relato de la novela de José Donoso, lo ilimitado de la historia está también en la imposibilidad de los personajes por redimir la misma. Cada acción que tiene por justificación salvar su propia historia,

lleva atada a ella misma su ruina y la frustración de no haber conseguido lo que resta para la calma, la quietud o prosperidad que trae consigo como posible el devenir.

Existe un elemento que es común a ambas visiones y este es que la historia es un lugar. Primero es un lugar físico como lo es la Estación El Olivo que, al igual que el prostíbulo, comienza a languidecer y hundirse bajo las hojas del otoño, como una tumba, como un infierno. Pero como lugar, la historia también tiene a los personajes. Y quien mejor describe este descenso a los infiernos es la Manuela y en ella, al resto de los personajes.

La Manuela, al perder su lugar de origen, se vuelve un travesti, en una artista, que baila y canta para no morir de pena; pero que al ser llamado papá, se niega a serlo, llegando más tarde a sentir miedo de ser Manuel González Astica. La Manuela es quien desciende a los infiernos aceptando realizar la apuesta ofrecida por don Alejo a la Japonesa. El primero asemeja ser, por su magnánima bondad, un dios, pero su ilimitado poder sobre los demás lo convierte en un bárbaro, hasta ser incapaz de salvar a la Manuela de la golpiza dada por Octavio y Pancho. La Japonesa no quiere ser más una sirvienta del pueblo; ella quiere ser propietaria del burdel vendiéndose a la apuesta ya mencionada. Pancho Vega, quien jamás pudo romper con la dependencia hacia don Alejandro, busca redimirse con las caricias de la Manuela, huye a Talca, queriendo olvidarse de todo sin redimir nada. Así, los personajes quedan abandonados a su propio devenir, buscando una nueva posibilidad de redimir su historia, su lugar, su identidad que va poco a poco sumergiéndose en el más ilimitado de los infiernos.

Así, la Japonesita, al final del relato, termina por cerrar la última puerta, poniéndole una tranca, como diciendo que de El lugar sin límiteses imposible salir. Apagando la última vela, el último chonchón del burdel, entra a su pieza para meterse a la cama, sin encender una vela, para quedar en completa oscuridad, como la oscuridad del mismo pueblo sepultado por los arbustos y hojas del otoño.

El lugar sin límites es el lugar infernal: será el infierno quien redima la historia que tiene de suyo, existir como si no hubiese redención o ser redimida; ser el lugar que cada uno es y no es, en donde nuestra existencia desdobla su identidad para poder ser.

4. A modo de colofón

Para finalizar, creo pertinente la invitación a la lectura. A otra lectura y a otros límites desde José Donoso. Leer a cada uno de los personajes de El lugar sin límites es iniciarse a leerse, pues leer es leerse. Pero, leerse en la medida que la misma existencia, se vuelva inacabada. Inacabada en la medida que la existencia se vuelva una fuga musical, para nombrar o escribir esa identidad que falta.

No es lo que nos falta de ser, es lo que simplemente está en la lectura, desde la alegoría. Es el personaje que nace al leer otros personajes, que se avecina como el puente entre lo propio y la historia. Es el personaje que desenmascara la tensión entre las ruinas y el progreso. Tal como se muestra el ángel, en la pintura de Paul Klee, nos situamos en la misma caída. Pero mientras caemos, una nueva voz se construye y se forma, en tanto toda una historia, toda una cultura y todas las existencias puedan caber en ella.

Más allá de una verdad determinada, la literatura de José Donoso en El lugar sin límites, nos obliga al devenir, como delirio. Danzar, cantar, seducir como la Manuela es comprender el ritmo de la historia, como delirio. Mientras más renuncia a sí mismo, más descubre su propiedad y la historia que se debate entre ruinas y y progreso de caídas.