domingo, mayo 02, 2010

GRAN SERTóN: VEREDAS

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Autor: Autor: Joáo Guimaraes Rosa, narrador y diplomático; 1908-1967.

Otras obras: Sagarana, Primeras historias, últimas historias, Tutamera: terceras historias, Estas historias (cuentos); Cuerpo de baile, No Urubucuacuá, no Pingém (novelas).
Género y corriente: Novela regionalista moderna.
Estructura: Monólogo sin divisiones.
Sinopsis: Riobaldo, ahora viejo y retirado de las peripecias violentas, empieza por exponer sus obsesiones. Se pregunta constantemente acerca de la existencia del diablo, especula sobre el mal, recurre a anécdotas, enumera los rodeos que hacen los semaneros para no decir el nombre del diablo al que llaman "el Que Diga", "el Voto a Tal", "el Relincha-Madre", "el Mari-Cabrón", "el Sangre de Otro". Luego, narra algunas historias ejemplares, como la de Aleixo y la ceguera de sus hijos, la de Pedro Pindó y la maldad innata de su vástago. Habla también de su compadre Quelemén, un inspirado espiritista. Después, vuelve a insistir en su preocupación de toda la vida: la lucha entre el bien y el mal; de ahí que ponga en relieve que "por eso es por lo que se necesita principalmente la religión: para desenloquecerse, desenlocar. El rezo es el que sana la locura. Por lo general. Él sí que es la salvación del alma..."
Riobaldo, al ahondar en el alma misma del sertón, investiga el extraño aire mesiánico y profético que sopla en la extensa comarca. Los yagunzos invocan a todas las presencias reconocibles en este mundo —al diablo más que a Dios—, transformadas en obsesiones que rodean a los sufridos habitantes del sertón. Habla, por ejemplo, del jefe Joao Cazuzo a quien, cuando estaba en combate, se le apareció "Nuestra Señora".
El narrador sigue únicamente el flujo de sus recuerdos, la corriente de su pensamiento, sin orden preestablecido; por consiguiente, adelanta o retrasa historias, y a veces los hechos aparecen cronológicamente trastocados cuando se refiere a la guerra de los yagunzos. Él mismo aparece como yagunzo, por primera vez, bajo las órdenes de Medeiro Vaz, jefe justiciero que lucha para vengar la muerte del líder Joca Ramiro. Pero Medeiro Vaz muere sin haber logrado su propósito. Lo sustituye entonces, como jefe provisional, Marcelino Pampa. "¡Sin embargo, nuestro jefe en aquel tiempo ya era —usted váyalo sabiendo Zé Bebelo!"
Riobaldo, muchos años antes, había sido contratado como profesor de Zé Bebelo, jefe en buenas relaciones con políticos y contratado por éstos para "limpiar el sertón del bandidaje bravo".
Finalmente, luego de haber concluido su contrato, Zé Bebelo regresa al sertón y queda como jefe del grupo de Medeiro Vaz, pero se, sabe que hablaba demasiado y carecía de autoridad moral para seguir al mando de sus hombres. Entonces cedió su lugar a Riobaldo para continuar la persecución del hombre que había vendido su alma al diablo por traicionar a Joca Ramiro.
Pero Riobaldo también pacta ostensiblemente con el diablo para poder terminar con Hermógenes, responsable de la muerte del honorable jefe Joca Ramiro, y restablecer el equilibrio del mundo de los yagunzos, roto por la traición de Hermógenes, enemigo de Dios, a quien se compara con el demonio por su crueldad y depravación, ya manifiestas desde que peleaba al lado de los buenos.
Pero, así como Hermógenes es la representación de la fuerza maléfica, Diadorím, el guerrillero que los acompaña, joven hermoso y de ojos verdes, es la personificación de la belleza y la bondad. Diadorím es amigo de Riobaldo, pero también se convierte en su "inquietud", pues si bien al lado del joven el narrador lleva a cabo grandes hazañas, duda de su propia hombría cuando se da cuenta de que Diadorím despierta en él una gran pasión, y se confiesa a sí mismo "primero, me enteré de que quería a Diadorim de amor mismo amor, mal encubierto de amistad. De mí para mí, fue de repente cuando aquello se aclaró: hablé conmigo. No me asombré, no me pareció malo; no me reprobé entonces."
En una de las últimas batallas, luchan frontalmente las dos fuerzas, Diadorim-Hermógenes. Riobaldo es testigo de todo cuanto ocurre. El desenlace es la muerte de los dos enemigos, el bien y el mal. Diadorim cae herido y poco después muere. Los testigos, entonces, miran detenidamente su cadáver y se dan cuenta de que era una hermosa mujer, nada menos que la hija del jefe Joca Ramiro. Riobaldo, al verla sin vida, exclama entre sollozos "Ella era. Tal que así que desencantaba, de un encanto tan terrible; levanté mis manos para santiguarme, pero lo que con ellas escondí fue un sollozo, y escondí las lágrimas mayores. Aullé. Diadorim, Diadorim era una mujer. Diadorim era una mujer como el sol no incendia el agua del río Urucuia, como yo sollocé mi desesperación."
La historia de la vida de Riobaldo el yagunzo, podría clasificarse como una canción de gesta brasileña, porque es la acción homogénea de un grupo heterogéneo guiado por un gran líder; cuando Zé Bebelo traiciona al grupo, se le enjuicia y sentencia con equidad; y, en la lucha, los protagonistas son purificados a través de una serie de difíciles pruebas.
En esta novela se conjugan conceptos sobre la existencia de Dios y el diablo, el papel del destino en la vida del hombre, la naturaleza del valor y la esencia de las relaciones entre el hombre y la mujer.
La eficacia del modelo literario de Gran sertón: veredas, es una de las más notables de la narrativa latinoamericana, a tal punto que ha sido aclamada como la mejor novela brasileña escrita luego de la segunda guerra mundial.
El lenguaje resulta ser, además, una de las innovaciones fundamentales de la obra; Guimáraes Rosa recurre a la alteración organizada de las estructuras gramaticales, destaca la musicalidad del habla sertanera, utiliza arcaísmos y aglutina palabras, cuyo producto deviene en una prosa original, densa, vigorosa, plástica. Este aspecto formal ha sido una de las contribuciones más importantes del autor al estilo y la técnica literaria de la lengua portuguesa. Fue editada en 1956.
, narrador y diplomático; 1908-1967.

Otras obras: Sagarana, Primeras historias, últimas historias, Tutamera: terceras historias, Estas historias (cuentos); Cuerpo de baile, No Urubucuacuá, no Pingém (novelas).
Género y corriente: Novela regionalista moderna.
Estructura: Monólogo sin divisiones.
Sinopsis: Riobaldo, ahora viejo y retirado de las peripecias violentas, empieza por exponer sus obsesiones. Se pregunta constantemente acerca de la existencia del diablo, especula sobre el mal, recurre a anécdotas, enumera los rodeos que hacen los semaneros para no decir el nombre del diablo al que llaman "el Que Diga", "el Voto a Tal", "el Relincha-Madre", "el Mari-Cabrón", "el Sangre de Otro". Luego, narra algunas historias ejemplares, como la de Aleixo y la ceguera de sus hijos, la de Pedro Pindó y la maldad innata de su vástago. Habla también de su compadre Quelemén, un inspirado espiritista. Después, vuelve a insistir en su preocupación de toda la vida: la lucha entre el bien y el mal; de ahí que ponga en relieve que "por eso es por lo que se necesita principalmente la religión: para desenloquecerse, desenlocar. El rezo es el que sana la locura. Por lo general. Él sí que es la salvación del alma..."
Riobaldo, al ahondar en el alma misma del sertón, investiga el extraño aire mesiánico y profético que sopla en la extensa comarca. Los yagunzos invocan a todas las presencias reconocibles en este mundo —al diablo más que a Dios—, transformadas en obsesiones que rodean a los sufridos habitantes del sertón. Habla, por ejemplo, del jefe Joao Cazuzo a quien, cuando estaba en combate, se le apareció "Nuestra Señora".
El narrador sigue únicamente el flujo de sus recuerdos, la corriente de su pensamiento, sin orden preestablecido; por consiguiente, adelanta o retrasa historias, y a veces los hechos aparecen cronológicamente trastocados cuando se refiere a la guerra de los yagunzos. Él mismo aparece como yagunzo, por primera vez, bajo las órdenes de Medeiro Vaz, jefe justiciero que lucha para vengar la muerte del líder Joca Ramiro. Pero Medeiro Vaz muere sin haber logrado su propósito. Lo sustituye entonces, como jefe provisional, Marcelino Pampa. "¡Sin embargo, nuestro jefe en aquel tiempo ya era —usted váyalo sabiendo Zé Bebelo!"
Riobaldo, muchos años antes, había sido contratado como profesor de Zé Bebelo, jefe en buenas relaciones con políticos y contratado por éstos para "limpiar el sertón del bandidaje bravo".
Finalmente, luego de haber concluido su contrato, Zé Bebelo regresa al sertón y queda como jefe del grupo de Medeiro Vaz, pero se, sabe que hablaba demasiado y carecía de autoridad moral para seguir al mando de sus hombres. Entonces cedió su lugar a Riobaldo para continuar la persecución del hombre que había vendido su alma al diablo por traicionar a Joca Ramiro.
Pero Riobaldo también pacta ostensiblemente con el diablo para poder terminar con Hermógenes, responsable de la muerte del honorable jefe Joca Ramiro, y restablecer el equilibrio del mundo de los yagunzos, roto por la traición de Hermógenes, enemigo de Dios, a quien se compara con el demonio por su crueldad y depravación, ya manifiestas desde que peleaba al lado de los buenos.
Pero, así como Hermógenes es la representación de la fuerza maléfica, Diadorím, el guerrillero que los acompaña, joven hermoso y de ojos verdes, es la personificación de la belleza y la bondad. Diadorím es amigo de Riobaldo, pero también se convierte en su "inquietud", pues si bien al lado del joven el narrador lleva a cabo grandes hazañas, duda de su propia hombría cuando se da cuenta de que Diadorím despierta en él una gran pasión, y se confiesa a sí mismo "primero, me enteré de que quería a Diadorim de amor mismo amor, mal encubierto de amistad. De mí para mí, fue de repente cuando aquello se aclaró: hablé conmigo. No me asombré, no me pareció malo; no me reprobé entonces."
En una de las últimas batallas, luchan frontalmente las dos fuerzas, Diadorim-Hermógenes. Riobaldo es testigo de todo cuanto ocurre. El desenlace es la muerte de los dos enemigos, el bien y el mal. Diadorim cae herido y poco después muere. Los testigos, entonces, miran detenidamente su cadáver y se dan cuenta de que era una hermosa mujer, nada menos que la hija del jefe Joca Ramiro. Riobaldo, al verla sin vida, exclama entre sollozos "Ella era. Tal que así que desencantaba, de un encanto tan terrible; levanté mis manos para santiguarme, pero lo que con ellas escondí fue un sollozo, y escondí las lágrimas mayores. Aullé. Diadorim, Diadorim era una mujer. Diadorim era una mujer como el sol no incendia el agua del río Urucuia, como yo sollocé mi desesperación."
La historia de la vida de Riobaldo el yagunzo, podría clasificarse como una canción de gesta brasileña, porque es la acción homogénea de un grupo heterogéneo guiado por un gran líder; cuando Zé Bebelo traiciona al grupo, se le enjuicia y sentencia con equidad; y, en la lucha, los protagonistas son purificados a través de una serie de difíciles pruebas.
En esta novela se conjugan conceptos sobre la existencia de Dios y el diablo, el papel del destino en la vida del hombre, la naturaleza del valor y la esencia de las relaciones entre el hombre y la mujer.
La eficacia del modelo literario de Gran sertón: veredas, es una de las más notables de la narrativa latinoamericana, a tal punto que ha sido aclamada como la mejor novela brasileña escrita luego de la segunda guerra mundial.
El lenguaje resulta ser, además, una de las innovaciones fundamentales de la obra; Guimáraes Rosa recurre a la alteración organizada de las estructuras gramaticales, destaca la musicalidad del habla sertanera, utiliza arcaísmos y aglutina palabras, cuyo producto deviene en una prosa original, densa, vigorosa, plástica. Este aspecto formal ha sido una de las contribuciones más importantes del autor al estilo y la técnica literaria de la lengua portuguesa. Fue editada en 1956.

1 comentario:

josefa dijo...

hoy me lo regalaron ,por ser mi cumpleaños....me voy a deleitar con el.

Josefina Bosch